Páginas

martes, 15 de diciembre de 2015

La Casa de la Sirena en Alfara, por Miguel del Rey


La Casa de la Sirena
Publicado en R&R. Mayo 2003. Valencia. Texto, fotos y planos Miguel del Rey
por Miguel del Rey

La Casa de la Sirena, inserta casi en el núcleo urbano de Benifaraig, nos muestra un momento particularmente interesante de la arquitectura valenciana. En el conjunto de sus edificios, patios y huertos, podemos observar una manera de colonizar el territorio y entender la arquitectura en la Valencia de finales del siglo XVI, la de la Contrareforma y el virreinato de Juan de Ribera, el momento del máximo esplendor del imperio Hispánico; un momento particularmente atractivo y no excesivamente documentado de nuestra historia arquitectónica rural, cuando se materializan particulares relaciones entre arte y poder, en una época a caballo entre los siglos XVI y XVII.


El conjunto de la Casa de la Sirena se compone de un palacio rural de traza singular, que como decimos responde a un momento de cambio en la arquitectura áulica valenciana, dentro de las grandes transformaciones estéticas que consolida el Imperio de los Austrias. Un edificio de volumetría sólida, construido en ladrillo, rematado por una galería superior y flanqueado en uno de sus ángulos por una esbelta torre de traza renacentista con un llamativo chapitel. Su planta se desarrolla entorno a un patio, con un trazado incompleto, de manera que solo se acabaron dos de sus lados, cerrándose el resto por un cuerpo de una sola planta, que acota el patio interior y relaciona este edificio con los cuerpos anexos, con el huerto-jardín que se sitúa a la parte de mediodía, o con los edificios de uso económico o de habitación de colonos o administradores de las tierras.

El edificio principal alberga tres alturas, de manera que en la planta primera se sitúa la vivienda principal, hoy muy desfigurada por las diversas variaciones de distribución del espacio interno realizadas a lo largo del tiempo; variaciones que han tenido su reflejo en distintas transformaciones de los huecos de fachada, los cuales, salvo estudios mas detallados de estratigrafía muraria, considero corresponden a intervenciones decimonónicas. El resto de los huecos y la volumetría general se corresponde perfectamente con la propuesta de origen, incluso en su acabado incompleto pero perfectamente claro de su propuesta como casa patio y en la impronta iconográfica del edificio.



El resto de edificios del conjunto se separan decididamente de la arquitectura que aquí describimos, en parte porque se trata de piezas menores, ajenas al canon de la arquitectura en la que se enmarca esta interesante Casa de la Serena, pero quizás por su referencia directa al mundo agrario, a sus cánones estéticos de utilidad y sistematización contrastada del oficio de construir, condición que marca decididamente estas arquitecturas rurales. También por el hecho de que posiblemente no nos encontremos con edificios construidos en la misma época que el edificio principal.
Es interesante constatar la existencia del huerto-jardín, tal como nos indica Maria Teresa Santamaría en su trabajo “Evolució del concepte de jardí en l´Horta de València”. Tanto por verificar la existencia de este tipo de jardines anexos a las casas de la aristocracia, como por el tipo de jardín al que hacen referencia: ese espacio acotado, de reminiscencia tardomedieval, tan próximo en cambio al gusto por la naturaleza, al placer de vivir que el renacimiento proclama. Un Huerto-jardín del que nos queda parte de la traza, lo suficiente como para ser comprendido e incluso restaurado a partir de sus últimas configuraciones, quizás de época mas cercana que la de aquel renacimiento de origen, pero que conserva parte de su antiguo esplendor, como podemos observar en un conjunto de palmeras, en los árboles del borde perimetral y por supuesto en la traza de cuarteles que lo definen, con un cenador central y unas no excesivamente altas tapias que lo cierran.
Desde la perspectiva de su declaración como Bien de Interés Cultural, interesa resaltar que en este edificio es reconocible aquella condición que debe reunir el monumento cuando se lo considera desde los criterios que en lo contemporáneo nos acercan a este concepto, pues la Casa de la Sirena nos muestra y define formas, espacios, materiales y técnicas únicas e insustituibles para comprender el devenir de nuestra historia. En este sentido centramos un particular análisis del su arquitectura.


En este edificio se puede constatar como rural y urbano en arquitectura son episodios complementarios de una misma historia, y ofrecen perspectivas distintas que permiten comprender, valorar y disfrutar nuestro patrimonio, sus formas, espacios, fábricas, texturas, sombras, masas, trasparencias,... en fin, la arquitectura. Rural y urbano entretejen un relato que aumenta de atractivo a medida que es leído en toda su riqueza y complejidad, sobre todo cuando es observado formando parte de un paisaje social, humano y físico, que con el tiempo se transforma y deja huellas, claves, mensajes, que nos permiten reconstruir la historia, no para revivirla, pero si para entenderla.
La alquería de la Sirena o la Casa de la Sirena, nos muestra un palacio rural de la última década del S XVI valenciano, y nos ofrece un bello ejemplo de cómo era una de estas casas de la aristocracia del reino en el esplendor del imperio tras la muerte de Felipe II. Se trata de una de esas piezas clave de nuestro patrimonio, un elemento importante para entender el concepto de alquería y su transformación en el tiempo. Su interés radica en dos aspectos muy distintos:
- El primero nos acerca a su arquitectura, a la forma del palacio rural en esta época de grandes cambios sociales y políticos, a las relaciones entre la casa y el espacio físico colindante, entre casa y naturaleza, con una interesante propuesta de huerto-jardín cerrado. Nos habla de referencias tipológicas, de formas arquitectónicas, de lenguajes estilísticos, de materiales que construyen sus fábricas
- El segundo nos muestra las relaciones entre arquitectura y poder. Podemos observar como su arquitectura se decanta hacia un determinado lenguaje, pero sobre todo podemos confirmar el rechazo de alternativas formales con una fuerte tradición en la arquitectura rural de la Corona de Aragón, propuestas que se abandonan para acogerse al canon estético del imperio: al clasicismo.

En el edificio se introducen elementos de arquitectura que permanecerán en el tiempo asumidos por la aristocracia valenciana de la época. Elementos que se irán transformando hasta convertirse en piezas asumidas dentro de mestizaje entre arquitecturas áulicas y aquellas que los maestros de obras construían para la aristocracia y cierta burguesía ascendente tanto en la ciudad como en el campo. Su arquitectura está en línea, no solo la que en ese momento está construyendo Guillem del Rey en el Colegio del Corpus Cristi para el virrey Juan de Ribera, edificio con el cual tiene tantas similitudes formales, sino también con la arquitectura que la corte de Madrid impone desde el reinado de Felipe II; una arquitectura culta, próxima a los tratadistas de la época, donde es perceptible un cierto gusto pintoresquista. En su arquitectura podemos destacar: el dominio de lo horizontal, la galería superior y la estructuración a través del patio y por supuesto la torre; la esbelta y elegante torre situada en uno de sus extremos y cubierta con chapitel.
La torre de la Sirena sustituye a las antiguos tipos de torre que encontramos en las tierras de la Corona de Aragón, unas torres prismáticas, acabadas en terrado plano, o bien cubiertas a una o dos aguas, como las que nos muestra abundantemente la iconografía de la época y que fueron tan abundantes en toda nuestra geografía. Su torre, la primera con estas formas que en la Huerta de Valencia podemos encontrar y fechar ciertamente, será la referencia iconográfica de las torres, torretas y miramares rurales a partir de ese momento. El chapitel que la cubre nos recuerda, dentro de una solución tejada, a las torres de Valsain, a las torres en esquina del palacio del Pardo, a aquellos palacios que emprende la Corona dentro de una política de Estado donde la arquitectura es una pieza más, aunque muy importante, de la imagen que pretende ofrecer la monarquía. Una arquitectura donde el rey vislumbra los perfiles flamencos o las referencias de las plantas de Serlio, que tanto gustan en la Corte y que la aristocracia difunde a lo largo del reino en sus construcciones, siguiendo fielmente las consignas estéticas del renacimiento triunfante que el rey proclama.

La galería superior situada sobre una imposta y trazada con arcos de ladrillo de medio punto, ya es conocida en la ciudad, en sus palacios, conventos y en las casas solariegas del campo, como nos muestra A. Winjgaerden en las imágenes de Valencia que a mediados de ese siglo dibujara para Felipe II. Todos los requisitos de la nueva arquitectura están presentes en este edificio temprano, coetáneo de San Miguel de los Reyes y del edificio del Ayuntamiento de Llíria, con quien mantiene una gran semejanza, como podemos ver en su puerta, equilibrada y bien construida, siguiendo los cánones clásicos.
La Casa de la Sirena es una de las piezas importantes de nuestro patrimonio arquitectónico y un eslabón clave en el proceso de cambio, transformación y consolidación de nuestra arquitectura y de las particulares relaciones entre arte y poder en la sociedad valenciana del renacimiento, cuya pérdida sería irreparable; un conjunto a la espera de una intervención decidida por parte de los responsables de nuestra cultura.

*Este texto fue publicado parcialmente con el nombre “Una Alquería renacentista en la huerta de Valencia”.en el periódico El País, abril 2002

viernes, 11 de diciembre de 2015

Sobre la Alquería de Barrinto, por Miguel del Rey


Sobre la Alquería de Barrinto
UN EJERCICIO DE RESTAURACIÓN DE LA MEMORIA.
Por Miguel del Rey    (Publicado en Loggia nº 12- Valencia 2001)

Esta intervención se enmarca en aquella línea del pensamiento que entiende como interesante la permanencia de la huella en la construcción de la nueva metrópoli, e incluso la considera como una condición propia de vivir en lo contemporáneo.



Observar.-   

Tras mi primera visita a una antigua factoría rural en la periferia de la ciudad en mi mente quedó grabado ese paisaje roto, fragmentario, proveniente directamente del mundo rural y enquistado en una ciudad ajena a él. Situada en Marxalenes, entre las estaciones del antiguo trenet y la actual línea del tranvía, alineada a un antiguo camino rural del que ha quedado un fragmento, junto a restos de la explotación en su última época: una antigua almazara, almacenes, tapias. Un cartel de “aceitera”, nos hablaba de una industria con vinculación agraria. Era la última de las transformaciones de una alquería histórica que desde el s. XIV ha ido adecuandose a economías y ciclos cambiantes siempre próximos a la tierra y a su explotación.

A través del antiguo camino que nos lleva desde Valéncia, lo primero que encontramos es el huerto de la alquería y sus tapias, mas tarde la casa, su parte posterior.  Los muros de las fábricas del edificio, de las tapias y de los márgenes, se unifican por la cal blanca que los cubre, proporcionando esa doble lectura: unitaria, desde una determinada perspectiva, pero texturada, cambiante y diversa a medida que nos acercamos a ella.

En las inmediaciones de la casa, en cuyas fábricas observamos tapiales tardomedievales de anchos tendeles, encontramos un olivo centenario, alto, recio, de tronco añoso situado junto a la casa y a su lado los restos de una antigua puerta de sillería, en parte desmontada, por aquí y alla piedras reutilizadas para usos muy diversos: acequias, cimentaciones modernas, etc. Tras todo ello los restos de un patio formado al situar en su entorno una serie de edificios a principios del s. XX, un patio aún solado por grandes adoquines de rodeno, junto al cual adquieren cierta presencia de unas casas de epidermis modernista, producto en parte de la transformación de los volúmenes de la antigua alquería reformada profundamente en 1914, con su epidermis modernista. Tras los hierros colados y las ménsulas moldeadas en mortero y cien veces blanqueadas, se puede observar aún la presencia de un volumen  compacto, de vanos correspondientes a lógicas distintas, a niveles hoy inexistentes, que nos hablan del paso del tiempo, de la permanencia de la memoria. En torno al resto del patio encontramos otros volúmenes mas limpios, de  buena fábrica de ladrillo, allí está la almazara, que incluye un completo molino de aceite de cacahuete que posiblemente no llegó a utilizarse. En el suelo una pequeña elevación de trazado sinuoso se acercaba hacia el patio y lo atravesaba, bajo ella la histórica acequia de Rascanya, una de esas acequias que han posibilitado la existencia de esta huerta centenaria.

Son restos de un paisaje rural donde se aprecia una manera de vivir, una cultura, donde se respira un determinado arraigo a la tierra. El nuevo paisaje es distinto. Son fragmentos que conviven con otras lógicas, incluso que albergan otros usos, pero que permiten la mirada hacia la tierra, que no borran huellas y permiten que la memoria forme parte del nuevo imaginario colectivo.

Intervenir


Construir sobre lo construido implica decisiones cuya complejidad y también heterogeneidad hacen difícil buscar cualquier proceso lineal claro y explícito. En el trabajo realizado influye el recuerdo de un paisaje que existió, con unas imágenes y sensaciones particulares. Pero también influye la idea global que se tiene sobre la existencia de determinados hitos en el paisaje histórico, sea rural o urbano; hitos a través de los cuales fijar la memoria de ese proceso de transformación lento del que hablaba Aloïs Riegl en su ensayo sobre el “Culto moderno a los monumentos”, ese interés presente en la cadena evolutiva que ata la historia y de la cual hay que reseñar los momentos mas interesantes, los ejemplos a través de lo cual podemos ver lo general, sin perder el valor objetual de la forma, la particularidad que nos ofrece cada edificio, sus fábricas, sus espacios.

El levantamiento planimétrico  y los estudios arqueológicos nos proporcionan cierta certeza en la lectura de las formas y en la interpretación lógica de un encadenado de transformaciones que acompañan a una casa rural, que de forma algo indefinida que se levanta en el S. XIV y que a finales del s XV, o bien durante los inicios del s. XVI, deviene en una suntuosa alquería levantada a partir de aquella mas modesta casa rural.


Las fábricas, el nivel de acabados, el lujo incluso, que encontramos en la casa, marcan un ruptura con el origen y están en sintonía con aquella potente sociedad valenciana de finales del Cuatrocientos, enriquecida por comercio a través de un mar Mediterráneo que está próximo, como la propia Corona de Aragón,  a entrar en decadencia. Las grandes salas, las ventanas con festejadors, los arcos de yeserías flamígeas, las escaleras voladas y con traza de peldañeado marcada sobre la baranda de obra, las policromías en las maderas y los solados de azulejería, toda la tradición del gótico civil la podemos encontrar en esta arquitectura rural próxima, no solo físicamente, a la ciudad de Valencia, sino complementaria con aquella arquitectura que encontramos intramuros, explicitando claramente que rural y urbano son episodios distintos de una misma historia, la historia de la arquitectura.

El hecho de que nos enfrentemos a una obra híbrida de origen incierto, tipológicamente debil, condición poco habitual en lo rural, hace que la intervención tome determinados caminos muy distintos a aquello que puede ser mas propio, incidir en la sistematización del tipo básico de casa al que la arquitectura haga referencia. En este caso buscamos cual podría ser el episodio característico de la arquitectura que se nos presenta, incidimos sobre la capacidad plástica y expresiva de los espacios que define, valoramos las fábricas que la constituyen ,los elementos que incluye, y a través de ellos intentamos crear un discurso capaz de ser válido por si mismo, a la vez que coherente con la historia y donde puedan permanecer fragmentos de anteriores o posteriores etapas, huellas que puedan aportarnos, además de ese valor de antigüedad, la capacidad emotiva propia de cualquier arquitectura observada desde una perspectiva de modernidad, no buscando la validación en el carácter documental que pueda suponer, lo cual puede ser un valor añadido, sino en sus propias formas, en la tectónica de las fábricas y de la propia materia de que está construida, en la calidad del oficio a través del cual se construye, en la manera de enfrentarse en arquitectura a la materia y a la técnica en un momento de la historia, y en la cualidad de los espacios que construye.

Construir.-


La casa que se construye en el s. XIV presenta una estructura espacial sencilla en la que ya encontramos los cuerpos básicos de construcción que se mantendrán a lo largo del tiempo, tres cuerpos perpendiculares al camino, uno de ellos, el situado al Sur, de trazas mas alargadas. Una casa que aún se completará en su perímetro, construida con una sola altura y de cubierta muy poco inclinada, casi plana, con una ligera pendiente vertiente hacia el camino, en dirección contraria a la fachada de acceso.


A finales del s. XV una fuerte remodelación la transforma y construye la arquitectura que encontrados en términos generales, salvo las pequeñas remodelaciones del s XVIII y XIX, y la fuerte subdivisión del s. XX y su transformación epidérmica. En torno al 1500 se estructuran los niveles del edificio de manera radical y que ahora tendrá varias alturas. El perímetro de la casa se estabiliza a partir de ampliar hasta el camino el límite oeste y se conservan los tres cuerpos de construcción originales, consolidando el esquema en L que aporta ya la planta desde sus primeros momentos.

A finales del 1400 la alquería se consolida en una planta noble sobre el cuerpo Sur donde se desarrollarán las salas principales de la vivienda señorial. Salas de grandes dimensiones, poco adjetivadas, con ventanales flanquedos por festejadors, articuladas las salas entre sí por pequeñas puertas de yeserías en sus extremos. Salas a las cuales se accede por una escalera de corto trazado, a la manera de entreplanta gótica, desde el gran vestíbulo de acceso; un espacio de gran altura, de viguetería policroma, a partir del cual se estructura toda la alquería: las cocinas, las salas principales, las estancias del servicio, el ámbito agrario, incluso un sistema de lagar y bodegas, posiblemente del s. XV, que han sido un hallazgo, etc. Escaleras y puertas a distintas alturas, fragmentos de antiguos trazados, huellas de arcos cegados, otros abiertos, saeteras, pequeños huecos para ventilación de los humos, crean un universo interno de una complejidad casi fascinante.

De esta época podemos reseñar un cierto regusto en el tratamiento del espacio, donde los arcos adquieren un particular protagonismo, evidenciando sobre ellos la gravitación de las grandes masas de los muros de tapiales. Líneas murárias potentes pero muy perforadas en su base por medio de arcos de formas y proporciones muy distintas, arcos apuntados, de medio punto, rebajados, yeserías flamígeas de gran complejidad que nos acercan a un gusto casi bizantino en el tratamiento del espacio.

Existen fragmentos coherentes de otras épocas que se han conservado dentro de la arquitectura del S. XV- XVI que hemos tomado como referencia en la restauración, es el caso de la cocina de inicios del s. XIX, una cocina rural bien conservada, completa, con un buen ejemplo de chimenea y un espléndido sistema hidráulico doméstico en perfectas condiciones. Restos de escaleras tardomedievales, junto a fragmentos de escaleras dieciochescas. Pero sobre todo se han conservado huellas de épocas pasadas, o bien mas actuales: arcos, dinteles, fragmentos de muros.

La intervención se apoya en dos pilares importantes: la métrica y la materia. La primera nos ayudará a entrar en la escala adecuada, a proporcionar lo espacios y los objetos. La materia nos permite conservar una atmósfera, restaurar y mantener las huellas de una cultura y a la vez posicionarnos en una intervención que no rechaza la técnica y los materiales contemporáneos, permitiendo distanciar formal y conceptualmente las distintas etapas de este edificio; entendiendo como etapa del mismo la actual intervención, evitando a ser posible el regusto en el detalle de lo contemporáneo.


Hemos utilizado la lógica de la métrica valenciana clásica y esto ha sido incluso importante para poder leer la arquitectura existente, pero también para pensar sobre la idea, sobre la restauración. A partir de la métrica valenciana hemos buscado las huellas de los primeros niveles de forjados antiguos, para ello hemos rastreado  sobre las alturas de 3,61m, de 16 palmos valencianos, de 4 varas, lo cual es una constante en la construcción del espacio habitable en la Valencia tardomedieval. Ello  permite hacer lecturas ajustadas dentro de un edificio complejo y muy transformado en el tiempo. De la misma manera, podemos conocer los anchos de las fábricas murarias portantes, generalmente de dos pies, de 45,2 cm, construidas con ladrillos de 31,6 cm para generar trabas de pie y medio. Los anchos de antiguas puertas, de 4 palmos, de seis palmos, de 8 palmos que nos da una anchura de 1,81 metros.

Los encofrados de hormigones, de la misma manera que los cofres de los antiguos tapiales, son de un palmo valenciano, lo cual nos proporciona una escala unitaria para todo el sistema, acentuado con las medidas de escaleras, de huecos de ventanas, de interejes de viguetería, etc. Estos cofres moldean el hormigón ligeramente coloreado, el único material que construye las nuevas fábricas y resuelve, como hemos dicho, recalces y trasdosados de muros.


El resto de las fábricas se restauran, se conservan, se raparan ligeramente, según el caso, manteniendo al máximo la materia que nos ofrece la arquitectura existente: tapiales, fábricas de ladrillo, arcos y dinteles, sillería, viguetería de madera, entabacados de ladrillo, solados de arcilla , morrillo o azulejería, carpinterías de madera y rejería de hierro forjado. La vinculación con la técnica, con la industria, considero es una condición a la cual no debemos renunciar en ningún momento de la historia, por ello, en este nuevo milenio el edificio de la alquería inicia su singladura desde materiales contemporáneos que la apoyan en su viaje por la historia: hormigón en sus fábricas, en sus nuevas escaleras, y acreo inoxidable y vidrio en carpinterías e instalaciones, materiales trabajados desde una puesta en obra directa, muy próxima a esa condición de lo constructivo que encontramos en lo rural.

La intervención pretende que el edificio en esta nueva etapa, en la cual ya no es una factoría agraria, nos permita valorar la arquitectura por si misma, la materia y las fábricas por si mismas. Nos permita evocar una determinada relación perdida con la tierra, aproximándonos al recuerdo de aquel ancestral arraigo que proviene de la proximidad con la tierra y lo que en ella producen los hombres y las mujeres de un pueblo.