Itinerarios y Patrimonio
Una reflexión sobre la importancia que representan los itinerarios como particulares maneras de entender los vínculos entre espacio público y patrimonio.
D. Pikyonis-itinerario por el Filopapou en Atenas- Foto de M. del Rey
La
sociedad contemporánea y particularmente las sociedades mediterráneas, han
experimentado una importante transformación ocasionada por el turismo cultural
que ha desembocado en un desmedido interés y admiración por el patrimonio, pero
más aún por el monumento como elemento objetual. Se ha producido un gran
fenómeno de masas, que ha generado en una potente actividad económica y de
consumo, pero también cultural, haciéndose realidad aquel culto moderno al
monumento que nos adelantaba hace un siglo Aloïs Rielg; culto que ha adquirido
cierto carácter fetichista en nuestra sociedad. Estas modernas peregrinaciones
han incidido en el monumento y en su contexto, han transformado el lugar, la
ciudad o el territorio en gran medida. Los itinerarios, los recorridos de
aproximación adquieren de este manera un papel fundamental en la
sistematización, lógica de uso y valoración del patrimonio. A ellos están
vinculados tanto aspectos de uso concreto: aparcamientos, controles de acceso,
lógicas de recorridos, etapas, avituallamientos, servicios; como aspectos
propios de la lectura y valoración del propio conjunto o elemento monumental,
entrando de alguna manera a formar parte del espacio público anexo al
patrimonio.
La
presencia del propio recorrido, su materialización, incide de maneras diversas
sobre el contexto, por ello puede ser interesante preguntarnos sobre su
existencia, su vinculación con el patrimonio, su relación con la cultura desde
la cual nace este patrimonio a valorar, por esa constante en cualquier intervención
histórica: el equilibrio entre permanencia y transformación.
El
itinerario nos aproxima físicamente al patrimonio, nos permite acceder a él,
pero en ese tiempo de aproximación nos ofrece determinada capacidad
descriptiva. Nos ofrece un ritmo capaz de observar de manera coherente lo
deseado, una escala adecuada al lugar, y también nos ofrece generalmente de muy
diversas maneras determinada información acerca de la sociedad que hizo posible
este patrimonio. Estas condiciones las debe ofrecer el itinerario desde una
lectura amplia y diversa, de manera que cada espectador, a su nivel, sea capaz
de aproximarse al lugar; intentando valorar determinadas condiciones plásticas
y formales, pero procurando devolverle al monumento su razón de ser,
abandonando el carácter de objeto aislado, de objeto banal de consumo, que
demasiadas veces envuelve al monumento.
El
itinerario tendrá la misión de hacer posible y coherente el cambio de uso que
en muchas ocasiones acompaña al monumento, haciendo “transitable” el tiempo
transcurrido entre “el cuando y el porqué” de su construcción y la
contemplación actual.
El itinerario y la idea de
recorrido como sistema descriptivo ha estado presente en todas las etapas de
nuestra cultura desde su origen griego, aunque generalmente vinculado a la
propia génesis de la obra como excusa desde la cual mostrar o describir
distintos episodios, en ocasiones como proceso iniciático, tal como podemos ver
en literatura o en la arquitectura. Pensemos en la idea de laberinto, en las
visitas literarias a lugares imaginarios, en recorridos crípticos como los que
nos ofrece el Bosque Sacro de Bomarzo. Pero esta manera clásica de entender el
recorrido, formando parte de la propia obra, es distinta a estos recorridos o
itinerarios incorporados entorno a la obra que nacen como necesidad de mostrar,
dirigir o racionalizar un fenómeno ajeno a la razón de existencia del
patrimonio en cuestión.
En la última década han
parecido una serie de intervenciones que tiene que ver precisamente con este
tema. Proyectos de accesos y recorridos, itinerarios y paseos vinculados a
lugares de interés patrimonial histórico o paisajístico, como podemos ver en la
Estación de Autobús de Santiago de Compostela que toma como referencia el
perfil del centro histórico y se convierte en la primera etapa de un
peregrinaje por la ciudad histórica. El recorrido paisajístico entorno al
volcán Croscat en Olot, un proyecto de Martiriá Figueras, que nos introduce en
un universo casi irreal. La Escalera de La Granja, en Toledo, de Martinez
Lapeña y Elias Torres es una intervención decidida a través de la cual podemos
disfrutar de un itinerario con un ritmo particular, con diversas paradas que
ofrecen particulares vistas sobre el paisaje rural o sobre la propia ciudad a
la cual accedemos desde un aparcamiento situado a cota mas baja que resuelve en
parte el problema de acceso turístico a la ciudad.
Para situarnos en esta relación
entre “itinerario y patrimonio” que cada vez más se está convirtiendo en una
tema propio de proyecto en las sociedades contemporáneas, quisiera comentar
brevemente algunos aspectos de varios ejemplos, no precisamente los últimos,
pues no es una cuestión de novedad. Se trata de ejemplos de itinerarios o
recorridos desde los cuales observar algunas de las posibilidades que ofrece un
binomio tan fecundo como el formado por la relación “espacio-tiempo”, un tema
muy propio de la cultura contemporánea que nunca acaba de agotar sus
posibilidades de interpretación
Un ejemplo atractivo podría ser
un clásico de lo moderno como el Museo Luoissiana de Jörgen Bo en 1957, un
espacio itinerante desde el cual mostrar la obra de arte. La arquitectura del
museo está inserta en la idea de proceso, muy vinculada al lugar y ausente de
retórica formal, manteniendo una particular relación con la naturaleza que se
observa en las relaciones interior-exterior, en las vinculaciones entre arte y
naturaleza, situadas ambas a un mismo nivel, (Igual aparece una escultura de
Miro que un tronco centenario de un árbol con una visión fragmentada, ofreciéndonos
la fantástica textura de su corteza o las formas atormentadas de su tronco).
A lo largo del recorrido
podemos observar la tensión creada por las planchas de hierro de Richard Serra
pasando por entre un sendero con grandes árboles al lado y en ese sentido
quizás participa algo de lo clásico, al introducir el recorrido como manera de
describir y mostrar las distintas partes del objeto.
En el proyecto de Carmen Pinós
para el Mont Sant Michel nos encontramos decididamente fuera del monumento.
Resuelve un acceso y en el proceso nos muestra desde distintos puntos de vista,
el objeto de nuestra atención. Son miradas no frontales, siempre desde
perspectivas distintas, con vistas en ocasiones fraccionadas por dunas que
ocultan el objeto y levantadas al efecto. La mirada es similar a la manera
cubista de describir un objeto. Se ve de manera polifacética, acumulándose en
el tiempo las miradas, de manera que no existe una sola visión, sino la
acumulación de ellas y una imagen mental que en última instancia se crea en la
mente del espectador.
El trazado de acceso previsto
discurre a lo largo de un gran arco y
pasa de una parte a otra del monte para que podamos observar las distintas
facetas de un conjunto complejo, pero también para que podamos observarlo en
relación con el paisaje que lo circunda, con el mar, las playas con sus
pleamares inmensos y rápidos, con los “Herbus” que separan de la tierra firme,
en relación con la pequeña parcelación agraria. Manipula este paisaje para
acoger los aparcamientos de automóviles y autobuses que inundan ahora los
alrededores del monte; se trata de una manipulación sin complejos, entendiendo
que el paisaje es el compromiso entre cultura y naturaleza en cada momento de
la historia.
En el jardín que hemos
construido recientemente para el Ayuntamiento de Valencia puede haber otra
lectura de esas relaciones entre espacio y tiempo. Con la construcción del
jardín se intenta valorar un espacio, una penetración visual sobre el centro
histórico a través del vacío que crea el Jardín Botánico y que a la vez nos
presenta una arboretum de calidad excepcional tras el cual se levanta la cúpula
dieciochesca de San Sebastián, formando todo ello un paisaje de gran calidad, a
lo cual se une el valor añadido de haber sido posible rescatar este lugar de un
proceso de especulación urbanística que pretendía acabar con todo este paisaje
construyendo en este lugar una torre de 22 alturas, estando aún en peligro las
partes colindante.
El recorrido es visual, pero
también físico. La variable tiempo juega aquí otro papel, el disponer el ánimo
del espectador, tanto por la escala y ritmo del jardín que diseñamos y su
relación con los magníficos árboles históricos del Botánico, como ofrecerle la
posibilidad de insertarlo, si lo desea, dentro de determinadas coordenadas
culturales:
-
Ofreciéndole
al espectador atento la imagen de los huertos que circundaban el paisaje en
esta parte de la ciudad entre los siglos XV y XIX.
-
Caracterizando
el lugar. Incidiendo en el coleccionismo botánico. Utilizando los estudios
realizados por Maria Teresa Santamaría, coautora del proyecto, que nos indica
que el Botánico pierde una colección de agrios a finales del S XX que no se ha
repuesto aún, lo cual nos da pie para ofrecer un tema de coleccionismo
complementario vinculado con el propio Botánico. Recuperando a la vez una
tradición jardinera cuyo origen en gran medida estuvo en la ciudad de Valencia,
una tradición perdida quizás por el altísimo uso económico de estas especies
botánicas, pero que otro tiempo proporcionó la técnica y el oficio para
construir jardines de alto interés: los jardines de agrios de tradición
hispano-árabe que tanta aceptación tuvieron el la cultura renacentista y tras
ella en toda la cultura jardinera hasta el s XVIII. Una tradición que está en
pleno vigor durante el reinado de Alfonso el Magnánimo (s. XV) y que él lleva a
sus palacios de Nápoles y Palermo, desde los cuales pasan a la corte de los
Médicis donde se consolida y da cobijo al mito clásico de las Hespérides*, como
excusa para oficiar un ejercicio jardinero siempre distinto y crucial en la
cultura europea.
En el proyecto del Mont Sant
Michel, Carmen Pinós ofrece una interpretación del tiempo como aproximación y
recorrido que proporciona una visión diversa del espacio; se trata de un clásico
paseo arquitectónico. En el Jardín de las Hesperides de Valencia las relaciones
espacio-tiempo toman otros derroteros. El jardín permite la visualización del
vacío urbano, pone en valor la magnificencia del arbolado histórico, y a la vez
nos dispone para un lugar didáctico, de colección, ofreciendo informaciones a
los espectadores, los cuales, cada uno a su nivel, podrán encontrar aquello que
sepan mirar y observar en este lugar donde una vez mas se oficie el mito de las
Hesperides. Pero las relaciones espacio-tiempo pueden tener otras
interpretaciones, como las que nos ofreció Dimitri Pikionis en su itinerarios
entorno a la Acrópolis a mediados del s XX.
Para Pikionis el tiempo además
de incluir la idea de recorrido, se asimila al concepto de historia, como dice
Jan van Geest**, pero entiende la historia como proceso acumulativo,
desvinculando de manera muy fecunda la materia, de la forma y de su
significado. Así se entiende la materialización de sus itinerarios, a la manera
de ruinas construidas ajenas a la jerarquía que puede dar el tiempo y próximas
a la idea de historia como acumulación de formas con valor en si mismo por sus
condiciones materiales, físicas, organolépticas, por sus combinaciones,
disposición , dimensiones, etc.
Las visiones de la Acrópolis
son también, como en el Mont Sant Michel, desde perspectivas distintas,
buscando determinados miradores, con vistas laterales, a determinadas cotas de
altura, ofreciendo la posibilidad de crear en la mente del espectador esa
imagen mental formada por la acumulación de miradas unidas al los recuerdos y
la propia biografía del sujeto. Pero aquí la materia del suelo sobre el que
discurre el espectador adquiere en parte la condición del tiempo y es ella
quien nos ata al pasado, pero con una narración diacrónica, donde todo está
presente y adquiere el mismo valor, lo que importa es el valor de los
fragmentos de materia y del impacto formal del conjunto.
La descontextualización de las
piezas arqueológicas, de los fragmentos del pasado nos posicionan frente a la
historia sin veneración, nos interesa el valor del objeto y la materia; es una
visión muy distinta de la postmoderna, nos sitúa mas bien en las coordenadas de
una modernidad que asume las formas del pasado por su propio valor, ajenos
completamente a su significado, como podemos ver en el mirador del Anderon,
donde los sillares y las piedras, posiblemente provenientes de un arco se
sitúan de manera distinta, formando un banco de bella traza y con valor en si
mismo.
* M T Santamaría -Il Giardino delle Hespéride,
Pietrasanta. Actas de las Jornadas
** (
Jan van Geets. Una interpretación del Atica:
los dibujos de Pikionis, Quaders, 190, Barcelona)
(1) Conferencia dictada en Turín 30 de Enero de 2003. Seminario sobre “Cultura y Espacio Público”, invitado por la UMAR-Unión Mediterránea de Arquitectos.
Publicado con el nombre de "Patrimonio y Espacio Público" como un capítulo del libro “Lugares...
” Selección de textos, proyectos y obras en torno al tiempo y al lugar.
del Rey Aynat, Miguel
ed. Ediciones Generales de la Construcción
Valencia. 2002