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sábado, 25 de enero de 2014

El valor de la huerta como sistema estructurante del área metropolitana



El valor de la huerta como sistema estructurante del área metropolitana
Fragmento de la ponencia presentada en la UIMP-Valencia en el Seminario sobre el papel d e la Huerta en el Area metropolitana- Valencia  Julio-2001
Se publicó como capítulo del libro “Lugares…” M. del Rey  Valencia, 2005,
con el título ” CULTURA Y CIVILIZACION”


Hace ya 13 años se  presentó esta ponencia. En ese momento la revisión del PGOU de Valencia  era un a posibilidad para recuperar un diálogo perdido. 
Las cosas han cambiado. Estamos a tiempo?


La ciudad es el artificio por excelencia que de manera consciente o inconsciente produce la humanidad. La ciudad, ha sido, y sigue siendo, el escenario cívico donde se desarrollan la actividades de las personas y los actos sociales; es el germen de la civilización. Por su propia naturaleza es un producto de acumulación, en primer lugar de poder: político, económico, religioso, etc; pero también, de acumulación de cultura, tanto en el sentido museístico, como en la manera o maneras de vivir, en nuestro caso el vivir sobre las huellas, sobre ciudades pretéritas, las que fueron y sobre las cuales vivimos y construimos, las ciudades que respondieron a una manera de pensar que marcó su trazado, su forma y la actitud de sus ciudadanos.

La ciudad es la materialización de los valores, anhelos, ansias, frustraciones, sueños y deseos de una sociedad. Por ello, en un momento de cambio de valores, de transformación económica y de desarrollo tecnológico tan fuerte como el nuestro, la ciudad debe repensarse, ajustándola a ese fluir continuo que marca la historia de la civilización.

Vamos a intentar aproximarnos a algunos factores que pueden incidir en la definición de ciudad para los valencianos del cambio de siglo. Una ciudad donde habita una sociedad con determinado grado de desarrollo técnico e intelectual, ubicada en un territorio particular como el nuestro.

Entre los factores básicos podemos distinguir:

1.-       Una sociedad en un proceso acelerado de transformación. Compleja. Formada por una cultura dominante, pero en cierto grado de crisis en sus valores, donde se insertan personas de culturas distintas, formando una civilización cuya lógica es cada vez de mas difícil comprensión.

Es importante asumir esa complejidad social en una ciudad abierta como debe ser la nuestra; coexistiendo culturas diversas en un único territorio, conservando a su vez cierta permanencia de la huella, aunque siendo conscientes de que muchas veces esa huella es ajena a la cultura donde se han formado y han crecido gran número de las personas que habitan en la ciudad.

2.-       Un desarrollo tecnológico en crecimiento y transformación; capaz, tanto de incidir sobre el pensamiento y el comportamiento de una sociedad, como de colonizar amplias zonas del territorio con nuevas maneras de vivir, cada vez mas desligadas de la tierra.

Una técnica capaz de facilitar la interrelación entre las distintas partes de un territorio, englobando antiguos territorios rurales y transformando las pautas de comportamiento de sus habitantes. Ciudadanos cada vez más ajenos a la estructura de trabajo y de propiedad del territorio, lo que implica una transformación radical del mismo. Expandiendo de manera acelerada usos residenciales, industriales y terciarios, a lo largo del antiguo territorio rural y utilizando a este como mera cantera, sin valor como cultura, borrando las huellas para así construir con la lógica de una ciudad cada vez mas lejana a la tierra.

3.-        La singularidad del territorio donde se inserta el área metropolitana valenciana

Un territorio que se ha ido formando y desarrollando a lo largo de mas de dos mil años a la vez que la propia ciudad. Una gran ciudad que no sobrepasa en el 50%  al número de habitantes de la comarca que lidera y donde existen también importantes ciudades. Un territorio con núcleos históricos, industriales y espacios de interés repartidos a lo largo de su geografía: periferias urbanas e industriales, un importante parque natural dentro mismo de la ciudad ocupando la parte sur de la comarca; además del mar  Mediterráneo, con una larga línea de playa y un puerto con un presupuesto tan fuerte como el de la propia ciudad. Pero además, junto a todo ello, encontramos un territorio agrario con una singularidad propia: una huerta que es referencia y da nombre a uno de los tipos de paisaje agrario mas atractivos y escasos de Europa, del cual solo quedan hay seis áreas con esta consideración a lo largo del mediterráneo: Murcia, Valencia, Palermo, y otras en la antigua Yugoslavia o en Grecia; algunas de ellas en un estado terminal como es el caso de Murcia o Palermo; un paisaje de interés por su calidad paisajística, la cultura que almacena y sus posibilidades agrarias, medioambientales, e incluso formales.

L´Horta define un territorio construido a lo largo de siglos, valorado por sus condiciones físicas o humanas, aunque en muchas ocasiones de manera idílica. Este  paisaje, rico culturalmente y con expectativas económicas importantes, genera una serie de sentimientos e intereses contradictorios a medida que la sociedad se transforma y entra en crisis el paisaje físico y social de lo que en un momento se entiende como huerta. Al abandonar los usos agrarios, se rompe un paisaje, acrecienta el caos del sistema donde se inserta, y aparecen intenciones y sentimientos distintos: unos lo entienden como una justificación para especular sobre él, arrasándolo, lo que es lo mismo que perdiendo su lógica rural para buscarle una lógica urbana. Otros grupos sociales acrecientan el valor de esos cada vez mas escasos paisajes rurales de calidad, apareciendo un sentimiento de recuperación social. Lo mismo que ha ocurrido con los núcleos históricos; hasta que no los hemos visto peligrar al extremo de cuestionarnos su existencia, no ha aparecido esa conciencia capaz de provocar su necesaria restauración.

Nuevas sensibilidades que afloran en la sociedad valoran aquellas condiciones geográficas y culturales que acompañan a este paisaje entendido como compromiso entre naturaleza y cultura: una llanura de aluvión con áreas de marjales y pantanos, junto a una red histórica de acequias, unas como canales de riego, otras drenantes del antiguo pantano. Un lugar donde se ha dado una determinada estructura social y económica, unas maneras de cultivar y de trabajar la tierra, de inundarla, con determinadas  vinculaciones entre el agua y la tierra, en la presencia, la forma y el trazado de las acequias; con unos colores, texturas, formas y ritmos que dan tanto el suelo y su parcelación, como los propios vegetales cultivados. Aspectos de una cultura agraria capaz de ser valorada en si misma, pero además, capaz de ser entendida como parque cultural dentro de una nueva estructura metropolitana que no contraponga las relaciones entre ciudad y territorio; como parque periurbano, como jardín. Utilizando su presencia y asumiéndola huerta como sistema estructurante de un territorio, aprovechando sus trazados, formas, cultivos -revisados si fuera necesario-, así como la escala y el ritmo que ofrece una huerta, tan valida como cualquier otra alternativa formal, pero ya existente y asumida dentro de una cultura.

Quizás hay que señalar la doble vinculación entre ciudad y territorio en el caso de la huerta: tenemos la ciudad por que ha existido la huerta o bien está la huerta, y tiene esa importancia, porque ha existido la ciudad. Ambas cuestiones se han potenciado históricamente. La existencia de la huerta y el hecho de ser Valencia el centro de un reino, de un país, donde han abierto casa las más potentes familias de la aristocracia y de la burguesía valencianas a lo largo del tiempo, justifica la presencia de un importante patrimonio arquitectónico en las alquerías que pueblan la huerta a lo largo del tiempo. Factorías agrarias, próximas a la ciudad, desde las que se abastecían y que disfrutaban en determinados momentos. A las que se retiraban en las épocas de pestes o en los rigores del verano. Ello explica que parte del patrimonio arquitectónico rural mas importante del territorio valenciano se encuentre en el término municipal de Valencia


4.-        Huellas, permanencias, maneras de vivir, se acumulan en la ciudad y en su territotio circundante

La ciudad contemporánea nos ofrece gran información sobre los modelos sobre los que se ha ido construyendo, sobre el pensamiento que ha conducido su construcción. Así, en el pensamiento Ilustrado nos ofrece aquella ciudad positiva, optimista, capaz de pensar en la regeneración social y la abundancia de bienes materiales a través del comercio y del librecambio. Un pensamiento que se transforma y toma perfiles de desencanto en la época preindustrial que contraponía duramente ciudad a naturaleza. Pensando en el artificio como maldad y en la naturaleza como bondad. Higienistas, antiurbanos, colectivistas que buscaban en las pequeñas comunidades y en la utopía una alternativa de ciudad mas próxima a la naturaleza, a la tierra, alejada del individualismo, liberalismo y explotación que representa la ciudad de la primera industrialización

En los últimos ciento cincuenta años se consolida la ciudad como el ámbito desde el cual se expande la civilización, una ciudad que va más allá de la cultura ligada a las costumbres o a la tierra; la ciudad de la amnesia, del desarraigo; la ciudad del hombre capaz de hacerse a sí mismo, libre de ataduras y ajeno a cualquier vínculo no deseado. La ciudad de Bodeleaire, de los protomodernos, del impresionismo, del cubismo, de las vanguardias. La ciudad orgullosa de su propia artificialidad, de sus soles nocturnos, sus placeres ocultos, la ciudad de las flores del mal.

Hoy conviven diversas alternativas. Las ciudades se expanden de manera acelerada sobre el territorio, pues las fronteras entre urbano y rural son cada vez más difusas al asumir las posibilidades de comunicación que ofrece la tecnología. Ciudad y territorio forman un conjunto complejo, y todo ello participa de alguna manera de determinados aspectos del pensamiento anterior, aunque sin ofrecer modelos concretos,  lo cual puede, además de aumentar el interés, incidir sobre la complejidad. La bondad del modelo a seguir no estará tanto en su similitud a las formas de otros modelos, como al hecho de ser un modelo político aceptado, en el sentido griego de la palabra: de participación en la vida de la ciudad.

Aproximarse a un modelo es acercarse a la realidad territorial, a la experiencia cotidiana de la actividad de vivir, superando la “ciudad de derecho” por la “metrópolis de hecho” en la que vivimos. Pensar en la idea de metrópolis como superación de la idea de ciudad clásica; abandonar la idea de la ciudad limitada y acotada, como manera de ocupar el territorio. Un concepto que engloba la idea de urbano y de rural, pues necesariamente esa nueva estructuración del territorio debe participar de esas dos condiciones; ambas en equilibrio, sin ser una la cantera de la otra, y buscando lugares comunes desde donde construir un modelo territorial tan complejo como atractivo.

El modelo en nuestro caso está por crear. Es nuestro reto como ciudadanos el saber establecerlo, ajustarlo, y el de nuestros políticos el crear las condiciones para ello, el construirlo y definir las condiciones de su gestión, además de darle las posibilidades de crecer y fructificar. Para aproximarnos quizás a ese modelo podemos reflexionar sobre el caso de la ciudad de Valencia.