Las viejas casonas alteanas de la calle Conde de Altea*
El “Atlas de España y sus Posesiones de
Ultramar”, realizado por Francisco Coello y Pascual Madoz en1855, incluye
dentro del Mapa de la Provincia de Alicante, un plano de Altea, aquella Altea
de la época de Isabel II; una villa centrada aún en la parte alta, cuyos
límites en los arrabales son la acequia del Riego Mayor y donde el único barrio
desarrollado en la parte baja del pueblo sigue siendo el de Pescadores, el
Arrabal de Sant Pere. Tan solo vemos un elemento nuevo a los planos anteriores:
la calle del Mar, una calle ya establecida que se alarga hasta la Plaza del
Convento. La actual calle del Conde de Altea aún no está construida, sus
edificios no existen. Será en la segunda mitad del siglo XIX cuando de manera
ininterrumpida se construye esta calle, una potente estructura urbana donde se
va a asentar la nueva y potente burguesía liberal alteana.
Detalle del plano de Altea de Francisco Coello y Pascual Madoz, 1855
En 70 años, hasta 1925 aproximadamente, se
consolida la actual calle Conde de Altea hasta el lugar llamado la trencadora,
el edificio que en origen fue la Casa Martínez, una de los más potentes e
interesantes arquitecturas edilicias de esta segunda mitad del siglo XIX. Sus
muros fueron durante años el límite del perímetro urbano, como nos muestra la
imagen que vemos en la parte superior de la página siguiente, fechada en los
años 1920.
De las últimas décadas del S. XIX quedan
pocas casas, contados edificios, y de ellos podemos distinguir dos tipos: las
grandes casas de familias acomodadas con instalaciones de almacenamiento y
servicios, y aquellas propias para albergar vivienda burguesa, incluso en
alquiler, una alternativa nueva en esta sociedad liberal. De éste último tipo
de edificio podemos señalar el aún existente edificio nº 5, una construcción decimonónica de dos alturas y planta baja,
diseñado para vivienda en sus dos plantas altas, con locales de negocio en
planta baja.
Edificio Conde de Altea nº 5, hoy desaparecido. Foto M del Rey
Del mismo tipo, quizás con un uso más ambiguo, encontramos el
nº 28, un edificio con vivienda principal en planta primera y una planta superior
para alquiler, más bajos de negocios. Respecto a las “casas de familia”,
podemos señalar la de Don Luis Martínez era, podemos decir, el paradigma de
estas casas de familia acomodada con instalaciones y almacenamiento de
cosechas, un programa propio de la burguesía liberal, agraria y comercial. Lo
constituía un edificio de varias alturas y fachada representativa, donde la
vivienda principal ocupaba la planta primera, más una planta superior como cambra
o anexo de servicio, y un bajo de apoyo a los negocios familiares, programa
que se complementaba con cuerpos y construcciones que incluían almacenes,
corrales y elementos de apoyo para la transformación de cosechas, almazaras,
graneros, etc.
Una de las casas de familia en la parte oriental de la calle, con acceso posterior desde la playa. Foto M del Rey
La arquitectura de estas casonas distinguía
el cuerpo principal del resto de cuerpos anexos, con dos plantas en altura y
una planta baja de cierta importancia. Se accedía por un portalón único para todo el edificio,
a partir del cual se subía a la planta alta, aislando la escalera por una
cancela de hierro forjado. De alturas respetables en planta baja y planta
noble, desarrollaba parte del programa en la planta baja con alguna sala o
despacho para recibir a trabajadores o negocios vinculados a la familia. La
planta principal estaba muy adjetivada, con rejería de gran calidad, donde se
incluían bien trabajados balcones de forja, quizás con alguna pieza de
recuperación, como una reja central posiblemente del S. XVIII. La planta
superior, de baja altura, con ventanas protegidas por rejas tradicionales de
pecho de palomo, sobre las que sobresalía muy próximo un alero de obra. La
planta baja disponía, tras la gran puerta de entrada -como hemos indicado- de
un enrejado que separaba los espacios domésticos de estas zonas de intercambio
económico y de servicio de la vivienda principal. Los cuerpos posteriores de
esta casa, sus volúmenes, como hemos comentado anteriormente, definieron parte
del límite urbano de la villa entre los siglos XIX y XX, espacios que más tarde
sirvieron como almacén de almendra de la Empresa Zaragoza. El edificio albergó
mas tarde la oficina de telégrafos.
Casa Martínez como limite de la calle Conde de Altea en los años 30 del s XX. Colección Jaime Guardiola
Como hemos dicho, la Casa Martínez fue un
límite de la calle en una larga época cuando aún se llamaba calle del Mar, más
tarde pasó a denominarse calle de don Luis Martínez, precisamente en honor al
propietario de la casa en cuestión. Más allá estaban las huertas del Clot de
Mingot y esta prolongación no llegó a urbanizarse hasta bien entrado el siglo
XX. Este primer tramo histórico fue el lugar de paseo de los alteanos durante
el primer tercio del siglo XX, con unos límites que llegaban hasta la casa que
relatamos, concretamente hasta el arbre, un hermoso álamo blanco que aún
las personas de mi generación hemos conocido, situado algo más allá de la
antigua fábrica de hielo, un precioso ejemplar que marcaba el límite “social”
del paseo, y que el furor arboricida alteano taló en torno a los años 60,
momento que refleja la fotografía de don Luis Fuster.
El paseo alteano hasta el arbret. Instantanea de la tala del árbol. Fotos de Luis Fuster
*Publicado
en el libro "Paseando por las alteas". M del Rey, Valencia 2016, de
venta en la librería Mascarat de Altea
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