El Bar la Vegas. Un paisaje perdido*
* Publicado en el libro "Paseando por las Alteas", Valencia 2016. M. del Rey
El bar Las Vegas fue, junto al bar Terraza, uno de los primeros establecimientos que se abren en Altea a finales de los años 50, rayando los 60, con una nueva manera de entender la hostelería. Un bar de tapas, un bar de vermut, un bar de copas, pero con cócteles particulares y entendiendo que una nueva clientela está presente en la economía alteana: los turistas.
Sus clientes marcan un carácter
que Pepe Hortelano supo potenciar perfectamente para su negocio: Las Vegas, por
su nombre es un referente en sí de modernidad; con ello pretendía atraer a la
bohemia artística que por aquellos años vio en Altea un lugar propio, adecuado
a su manera de vivir, un lugar que ofrecía algo particularmente interesante: un
paisaje y unas formas, unido a una manera de entender la vida, lo cual fascinó
a una élite de pintores y artistas nacionales y junto a ellos, a sus colegas
centro y noreuropeos, personajes muy diversos y tan carismáticos como Rita
Hayworth o Ernest Hemingway.
Don José María Planelles, ese
inolvidable alcalde moderno de aquella Altea postfranquista, nos cuenta en su
precioso libro “Benjamín Palencia y Nosotros”, Alicante 1963, como se gestó
este “Bar Museo Las Vegas” y de que manera se aproximó a estos personajes, con
su “cen quiu veri moch”, y “cómo a cambio de un buen resopón a base de huevos
fritos y buen vino tinto, un grupo de pintores empezó a pintar unos frescos en
sus paredes. Allí el sueco Bengt Ellis, con el torso desnudo, pintaba
personajes del mar, Sum Miller insistía en sus burros, Mike Trompe pintaba
mujeres enlutadas...“.
Benjamin Palencia y José María Planelles en el bar Las Vegas
Una preciosa referencia a este
paradigmático bar fue la loa del entrañable don José María a la “nikolasca”(1),
la bebida insignia de Las Vegas. la construye a partir de una conversación que
presenció entre Pepe Hortelano y Benjamín Palencia, dos buenos amigos:
“ - Bueno, vamos a ver qué es eso (dice el
pintor).
Pepe corta sendas rodajas de limón, les pone un terrón de
azúcar encima, y las espolvorea con café molido. Al lado una copa de coñac, y
le contesta:
- Nos comemos
el limón con el azúcar y el café, y nos bebemos los coñacs. ¡Nikolasca!
Delicioso...”
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