El valor de la
huerta como sistema estructurante del área metropolitana
Fragmento de la
ponencia presentada en la UIMP-Valencia en el Seminario sobre el papel d e la
Huerta en el Area metropolitana- Valencia
Julio-2001
Se publicó como
capítulo del libro “Lugares…” M. del Rey Valencia, 2005,
con el título ”
CULTURA Y CIVILIZACION”
Hace ya 13 años se presentó esta ponencia. En ese momento la revisión del PGOU de Valencia era un a posibilidad para recuperar un diálogo perdido.
Las cosas han cambiado. Estamos a tiempo?
La ciudad es el artificio por excelencia que de manera
consciente o inconsciente produce la humanidad. La ciudad, ha sido, y sigue
siendo, el escenario cívico donde se desarrollan la actividades de las personas
y los actos sociales; es el germen de la civilización. Por su propia naturaleza
es un producto de acumulación, en primer lugar de poder: político, económico,
religioso, etc; pero también, de acumulación de cultura, tanto en el sentido
museístico, como en la manera o maneras de vivir, en nuestro caso el vivir
sobre las huellas, sobre ciudades pretéritas, las que fueron y sobre las cuales
vivimos y construimos, las ciudades que respondieron a una manera de pensar que
marcó su trazado, su forma y la actitud de sus ciudadanos.
La ciudad es la materialización
de los valores, anhelos, ansias, frustraciones, sueños y deseos de una
sociedad. Por ello, en un momento de cambio de valores, de transformación
económica y de desarrollo tecnológico tan fuerte como el nuestro, la ciudad
debe repensarse, ajustándola a ese fluir continuo que marca la historia de la
civilización.
Vamos a intentar aproximarnos a
algunos factores que pueden incidir en la definición de ciudad para los
valencianos del cambio de siglo. Una ciudad donde habita una sociedad con
determinado grado de desarrollo técnico e intelectual, ubicada en un territorio
particular como el nuestro.
Entre los factores básicos
podemos distinguir:
1.- Una
sociedad en un proceso acelerado de transformación. Compleja. Formada por una
cultura dominante, pero en cierto grado de crisis en sus valores, donde se
insertan personas de culturas distintas, formando una civilización cuya lógica
es cada vez de mas difícil comprensión.
Es importante asumir esa
complejidad social en una ciudad abierta como debe ser la nuestra; coexistiendo
culturas diversas en un único territorio, conservando a su vez cierta
permanencia de la huella, aunque siendo conscientes de que muchas veces esa
huella es ajena a la cultura donde se han formado y han crecido gran número de
las personas que habitan en la ciudad.
2.- Un
desarrollo tecnológico en crecimiento y transformación; capaz, tanto de incidir
sobre el pensamiento y el comportamiento de una sociedad, como de colonizar
amplias zonas del territorio con nuevas maneras de vivir, cada vez mas
desligadas de la tierra.
Una técnica capaz de facilitar la
interrelación entre las distintas partes de un territorio, englobando antiguos
territorios rurales y transformando las pautas de comportamiento de sus
habitantes. Ciudadanos cada vez más ajenos a la estructura de trabajo y de
propiedad del territorio, lo que implica una transformación radical del mismo.
Expandiendo de manera acelerada usos residenciales, industriales y terciarios,
a lo largo del antiguo territorio rural y utilizando a este como mera cantera,
sin valor como cultura, borrando las huellas para así construir con la lógica
de una ciudad cada vez mas lejana a la tierra.
3.- La
singularidad del territorio donde se inserta el área metropolitana valenciana
Un territorio que se ha ido formando y desarrollando a lo
largo de mas de dos mil años a la vez que la propia ciudad. Una gran ciudad que
no sobrepasa en el 50% al número de
habitantes de la comarca que lidera y donde existen también importantes
ciudades. Un territorio con núcleos históricos, industriales y espacios de
interés repartidos a lo largo de su geografía: periferias urbanas e
industriales, un importante parque natural dentro mismo de la ciudad ocupando
la parte sur de la comarca; además del mar
Mediterráneo, con una larga línea de playa y un puerto con un
presupuesto tan fuerte como el de la propia ciudad. Pero además, junto a todo
ello, encontramos un territorio agrario con una singularidad propia: una huerta
que es referencia y da nombre a uno de los tipos de paisaje agrario mas
atractivos y escasos de Europa, del cual solo quedan hay seis áreas con esta
consideración a lo largo del mediterráneo: Murcia, Valencia, Palermo, y otras
en la antigua Yugoslavia o en Grecia; algunas de ellas en un estado terminal
como es el caso de Murcia o Palermo; un paisaje de interés por su calidad
paisajística, la cultura que almacena y sus posibilidades agrarias,
medioambientales, e incluso formales.
L´Horta define un territorio
construido a lo largo de siglos, valorado por sus condiciones físicas o
humanas, aunque en muchas ocasiones de manera idílica. Este paisaje, rico culturalmente y con
expectativas económicas importantes, genera una serie de sentimientos e
intereses contradictorios a medida que la sociedad se transforma y entra en
crisis el paisaje físico y social de lo que en un momento se entiende como
huerta. Al abandonar los usos agrarios, se rompe un paisaje, acrecienta el caos
del sistema donde se inserta, y aparecen intenciones y sentimientos distintos:
unos lo entienden como una justificación para especular sobre él, arrasándolo,
lo que es lo mismo que perdiendo su lógica rural para buscarle una lógica
urbana. Otros grupos sociales acrecientan el valor de esos cada vez mas escasos
paisajes rurales de calidad, apareciendo un sentimiento de recuperación social.
Lo mismo que ha ocurrido con los núcleos históricos; hasta que no los hemos
visto peligrar al extremo de cuestionarnos su existencia, no ha aparecido esa
conciencia capaz de provocar su necesaria restauración.
Nuevas sensibilidades que afloran en la sociedad valoran
aquellas condiciones geográficas y culturales que acompañan a este paisaje
entendido como compromiso entre naturaleza y cultura: una llanura de aluvión
con áreas de marjales y pantanos, junto a una red histórica de acequias, unas
como canales de riego, otras drenantes del antiguo pantano. Un lugar donde se
ha dado una determinada estructura social y económica, unas maneras de cultivar
y de trabajar la tierra, de inundarla, con determinadas vinculaciones entre el agua y la tierra, en
la presencia, la forma y el trazado de las acequias; con unos colores,
texturas, formas y ritmos que dan tanto el suelo y su parcelación, como los
propios vegetales cultivados. Aspectos de una cultura agraria capaz de ser
valorada en si misma, pero además, capaz de ser entendida como parque cultural
dentro de una nueva estructura metropolitana que no contraponga las relaciones
entre ciudad y territorio; como parque periurbano, como jardín. Utilizando su
presencia y asumiéndola huerta como sistema estructurante de un territorio,
aprovechando sus trazados, formas, cultivos -revisados si fuera necesario-, así
como la escala y el ritmo que ofrece una huerta, tan valida como cualquier otra
alternativa formal, pero ya existente y asumida dentro de una cultura.
Quizás hay que señalar la doble
vinculación entre ciudad y territorio en el caso de la huerta: tenemos la
ciudad por que ha existido la huerta o bien está la huerta, y tiene esa
importancia, porque ha existido la ciudad. Ambas cuestiones se han potenciado
históricamente. La existencia de la huerta y el hecho de ser Valencia el centro
de un reino, de un país, donde han abierto casa las más potentes familias de la
aristocracia y de la burguesía valencianas a lo largo del tiempo, justifica la
presencia de un importante patrimonio arquitectónico en las alquerías que
pueblan la huerta a lo largo del tiempo. Factorías agrarias, próximas a la
ciudad, desde las que se abastecían y que disfrutaban en determinados momentos.
A las que se retiraban en las épocas de pestes o en los rigores del verano.
Ello explica que parte del patrimonio arquitectónico rural mas importante del
territorio valenciano se encuentre en el término municipal de Valencia
4.- Huellas, permanencias, maneras de vivir, se acumulan en la
ciudad y en su territotio circundante
La
ciudad contemporánea nos ofrece gran información sobre los modelos sobre los
que se ha ido construyendo, sobre el pensamiento que ha conducido su
construcción. Así, en el pensamiento Ilustrado nos ofrece aquella ciudad
positiva, optimista, capaz de pensar en la regeneración social y la abundancia
de bienes materiales a través del comercio y del librecambio. Un pensamiento
que se transforma y toma perfiles de desencanto en la época preindustrial que
contraponía duramente ciudad a naturaleza. Pensando en el artificio como maldad
y en la naturaleza como bondad. Higienistas, antiurbanos, colectivistas que buscaban
en las pequeñas comunidades y en la utopía una alternativa de ciudad mas
próxima a la naturaleza, a la tierra, alejada del individualismo, liberalismo y
explotación que representa la ciudad de la primera industrialización
En los
últimos ciento cincuenta años se consolida la ciudad como el ámbito desde el
cual se expande la civilización, una ciudad que va más allá de la cultura
ligada a las costumbres o a la tierra; la ciudad de la amnesia, del desarraigo;
la ciudad del hombre capaz de hacerse a sí mismo, libre de ataduras y ajeno a
cualquier vínculo no deseado. La ciudad de Bodeleaire, de los protomodernos,
del impresionismo, del cubismo, de las vanguardias. La ciudad orgullosa de su
propia artificialidad, de sus soles nocturnos, sus placeres ocultos, la ciudad
de las flores del mal.
Hoy
conviven diversas alternativas. Las ciudades se expanden de manera acelerada
sobre el territorio, pues las fronteras entre urbano y rural son cada vez más
difusas al asumir las posibilidades de comunicación que ofrece la tecnología.
Ciudad y territorio forman un conjunto complejo, y todo ello participa de
alguna manera de determinados aspectos del pensamiento anterior, aunque sin
ofrecer modelos concretos, lo cual
puede, además de aumentar el interés, incidir sobre la complejidad. La bondad
del modelo a seguir no estará tanto en su similitud a las formas de otros
modelos, como al hecho de ser un modelo político aceptado, en el sentido griego
de la palabra: de participación en la vida de la ciudad.
Aproximarse
a un modelo es acercarse a la realidad territorial, a la experiencia cotidiana
de la actividad de vivir, superando la “ciudad de derecho” por la “metrópolis
de hecho” en la que vivimos. Pensar en la idea de metrópolis como
superación de la idea de ciudad clásica; abandonar la idea de la ciudad
limitada y acotada, como manera de ocupar el territorio. Un concepto que
engloba la idea de urbano y de rural, pues necesariamente esa nueva
estructuración del territorio debe participar de esas dos condiciones; ambas en
equilibrio, sin ser una la cantera de la otra, y buscando lugares comunes desde
donde construir un modelo territorial tan complejo como atractivo.
El modelo en nuestro caso está
por crear. Es nuestro reto como ciudadanos el saber establecerlo, ajustarlo, y
el de nuestros políticos el crear las condiciones para ello, el construirlo y
definir las condiciones de su gestión, además de darle las posibilidades de
crecer y fructificar. Para aproximarnos quizás a ese modelo podemos reflexionar
sobre el caso de la ciudad de Valencia.