viernes, 27 de marzo de 2020

Libros a la venta de Miguel del Rey

Libros de Miguel del Rey editados en estos últimos años, algunos de los cuales puede comprarlos en la Libreria Mascarat de Altea, o solicitándolos en la dirección: bartolome@vam10.com para su envío postal.


Guía de Altea

Guía de bolsillo para viajeros que visiten Altea, en especial para amantes del patrimonio y del paisaje. En ella encontrarán el amplio repertorio de elementos patrimoniales existente con comentarios y documentación sobre las mejores arquitecturas públicas, religiosas y domésticas, tanto rurales como urbanas, con particular referencia a la arquitectura monumental de la antigua fortaleza renacentista alteana. Los paisajes urbanos, los agrarios, la Sierra de Bèrnia, el río Algar, Altea la Vella y las playas de la Olla se presentan en itinerarios especialmente estudiados que les conducirán por estos tan diversos paisajes.


“Paseando por las alteas”  es un libro más amplio y pretende en extensión pretende un relato de nuestro patrimonio y nuestros paisajes entendidos de manera amplia. Desde el patrimonio existente, a los paisajes perdidos, aquellos que se llevó el tiempo o la velocidad de transformaciones habidas en nuestro entorno. Incluye lecturas, unas más visuales, otras más profundas, de lo que han sido nuestros orígenes como pueblo, como entidad física, geográfica y humana a lo largo de la historia.

El libro intenta un paseo por las distintas alteas que han existido en el tiempo: alteas ubicadas en lugares diversos, construidas en tiempos distintos, habitadas por sociedades muy variadas, alteas que han ido dejando unas huellas que aquí se analizan y valoran. A la vez pretende entender Altea en sus distintos contextos históricos, vista desde la perspectiva de nuestra comarca de la Marina, desde una visión amplia del reino de Valencia o incluso de la Corona española, por supuesto también desde el país que hoy hemos construido.


Bartolomé

Una historia de ficción apoyada en documentos, escrituras, protocolos notariales, cartas, etc., donde se describe el devenir de una familia de la baja nobleza del sur valenciano durante los momentos de cambio del Antiguo Régimen. La acción transcurre en paisajes de La Marina y de las comarcas centrales valencianas, así como en la ciudad de Valencia, iniciándose la historia en 1786 y abarcando los convulsos momentos del reinado de Carlos IV y los primeros decenios del siglo XIX, con la guerra del francés, la represión fernandina, el trienio liberal, etc...

A través de diversas familias que representan parte del poder político y económico en estas comarcas, de sus relaciones con ciertos personajes ilustrados de la época, con la iglesia, etc., se incide en la estructura social, en el papel de la mujer y en la manera de vivir de una sociedad que contempla desconcertada los sucesos ocurridos en la Corte, el devenir de Francia, de su revolución, el final del imperio español... Una sociedad golpeada en parte por la inseguridad, donde primero los piratas y después los bandoleros marcan su ley; pero una sociedad viva que participa de las nuevas técnicas y avances en lo agrario, así como del nacimiento de una industria moderna. Hechos que conllevan numerosos y gravísimos conflictos sociales, aprovechados por el liberalismo para conquistar el poder.




Arquitectura Rural Valenciana
en lengua valenciana/ versión castellana agotada

Una visión completa de la arquitectura del campo valenciano, donde nos acercamos a la alquería, el mas. la barraca, el riurau, las torres, las casas con bóveda... y tantas otras arquitecturas.
“... llibre, on hi ha una part molt gran del nostre patrimoni, d’allò que hem fet i d’allò que som, o que érem.”
Joan F. Mira en “El País”.




miércoles, 25 de marzo de 2020

La ermita de Sant Xotxim en Altea, por Miguel del Rey

La ermita de Sant Chochim o Xotxim, es una de las primeras ermitas construidas en el campo alteano; situada cerca del pueblo, coronaba la cima del tossal de les Rotes, en su entorno ya se encontraba construido el pequeño Vía Crucis alteano dispuesto a lo largo de la subida a la colina. La documentación es muy explícita en el plano de Francisco Ricaud, donde podemos ver perfectamente el trazado del Calvario. La tradición ha mantenido la toponimia y también las celebraciones religiosas de Semana Santa, aunque hoy el Vía Crucis se desarrolla desde el Portal Vell hasta el lugar donde estaba la ermita. El dibujo de Ricaud y la imagen que nos ofrece Diego Barber, con los muros de la ermita aún levantados, nos permiten conocer un mundo perdido que sólo queda en la tradición oral y los ritos religiosos, pues la colina, sus arquitecturas y el paisaje circundante, han sucumbido en una de las zonas peor respetadas por el urbanismo de la Altea contemporánea.

          Parcial del plano “Villa de Altea”. Se puede ver el antiguo Vía Crucis entorno a la  ermita.                                                                         F. Ricaud, 1740
                        
Hagamos un poco de historia. La familia Thous fue una familia con condición de nobleza vinculada durante mucho tiempo a la Señoría de Altea, siendo seculares gobernadores del castillo de Cap Negret y también en ocasiones del de Altea, dueños del mayorazgo de Cap Negret y con negocios varios en la población; familia de sólidas convicciones religiosas, que no sólo tuvo una particular relación con el convento de Altea, donde alguno de sus miembros fueron priores, síndicos o meros frailes, participó en la construcción de oratorios -como el de Santo Tomás en tierras de su mayorazgo en el siglo XVII- también construyó la ermita que aquí tratamos en Les Rotes. No se conoce bien en qué momento se levantó, pero ya existía 1666, pues se cita ese año en el libro de “Padrón de Censos de la Iglesia Parroquial”, a la vez que tenemos la evidencia de F. Ricaud que la dibuja en buen estado  en 1740, incluso con el Vía Crucis que la circundaba.



                    Vista de los años 1920. Detalle de una foto gentileza de Don Diego Barber

Sobre su arquitectura hemos de decir que se trataba de una construcción de una nave con contrafuertes que definían capillas internas. Quedó en ruinas hacia finales del siglo XIX, pues la vemos desvencijada en las imágenes de las primeras décadas del siglo XX y hecha un montón de escombros en las fotografías en torno a los años 1950. La presencia de la ermita en el paisaje era importante para la vida social, festiva y religiosa alteana de los siglos XVIII y XIX; de hecho aún se cantan los gozos y Vía Crucis en Semana Santa en sus entornos. Los planos de Ricaud nos muestran una zona atractiva con capillas y cipreses en torno a la ermita. Las crónicas de la época indican que en sus inmediaciones se realizaban el porrat en las fiestas de San Juan y San Miguel, nombre que lleva en la actualidad, la calle que desde sus inmediaciones conduce hasta la plaza de la iglesia, y cuyo extremo, el cantó de la Promesa, fue el lugar de cita para salir de la Vila de Dalt.



Visita de gitanos a las ruinas de Sant Xotxim, años 1930. Foto del Sr. Ortega i Sanz

Más allá de las imágenes de las ruinas, no hay documentación sobre su arquitectura. La referencia más interesante nos la recoge Pedro Juan Ciudad en su ficha de la web Altea mi pueblo, donde da noticia de sus recuerdos de niñez y notas de otros autores.

Referencia bibliográfica: La ermita de Sant Xotxim, es uno de los edificios incluidos en el capítulo “Arquitecturas ausentes” del libro "Paseando por las alteas", M del Rey, Valencia 2016, pag 362 y 363

martes, 24 de marzo de 2020

Un velero en la playa de la Altea del s. XVIII, por Miguel del Rey

El trasiego de mercancías y marineros en la Altea de finales del s. XVIII, según descripción novelada en el libro  “Bartolomé. Entre la Ilustración y la Revolución”. Miguel del Rey. Valencia, 2014

El velero Pepe Tono (mediados del s XIX) uno de los cuatro de la compañía de Juan Antonio Bolufer de Xàbia, familia emparentada con también comerciante y armador Bartolomé Calzas en la Altea de finales del s XVIII, que gobernaba sus negocios a través del Sindico del Convento de San Francisco.

           A media tarde un pescador oteó desde el campanario velas en el horizonte, una flota que se acercaba desde levante. Elvira no divisaba nada, los chicos tampoco, pero tenían confianza. Seguro que era la escuadra de la que les habían hablado, compuesta por pequeños barcos mercantes de Xàbia, Altea, Villajoyosa, incluso otros de algunos puertos del sur, que junto a alguna goleta se dirigían a Cartagena. Navegaban en formación atentos a defenderse de posibles asaltos corsarios. Los barcos iban abandonando la flota a medida que se acercaban a su destino. La escuadra iba muy retrasada, decían los marineros del lugar, si deseaban hacer noche más allá de Villajoyosa.

Ya eran visibles los perfiles de los buques en la línea del horizonte. No se sabía cuál de ellos se dirigiría a Altea. El síndico del convento se acercó al grupo y dijo que desde el campanario había visto a un barco separarse de la escuadra. ¡Seguro que eran ellos! La playa empezó a poblarse, arrieros con sus carros, mujeres y niños esperando a maridos y padres, curiosos que se agrupaban mirando el quehacer de los marineros; éstos empezaban a armar las pequeñas barcas con las que desembarcar la carga. De los corrales de las casas colindantes salieron los toros que iban a botar de nuevo a los faluchos varados en la playa, arrastrándolos por los lechos de blancas piedras.

La tarde era ventosa, ya se veía claramente el velamen de los tres mástiles de la fragata capitana y como ajustaba el rumbo al sobrepasar la punta de Toix; junto a ella los perfiles de varias corbetas sobre el fondo siempre más desvaído del horizonte levantino en estas tardes que anuncian la primavera. Era evidente, un barco tomaba rumbo a tierra; de él se vio salir un resplandor y una humareda, era la salva de despedida a la escuadra que lanzaba el Santísimo Cristo del Sagrario, un bergantín muy marinero de dos mástiles que se acercaba veloz a la costa. En poco más de una hora el velero estaba fondeando frente a la playa y dos faluchos se acercaban; José Ramón iba en uno de ellos. Junto al resto de los hombres trepó por una malla y allí, en cubierta, se encontró con Bartolomé. Este se distinguía del grupo de cubierta por su uniforme de suboficial con la casaca roja al hombro sobre su camisa y sus calzones blancos. Los hermanos se unieron en un abrazo mudo; el menor tomó el equipaje, el petate y unos paquetes.

En la primera barca, bajaron a tierra ambos hermanos junto a un grupo de marineros alteanos que deseaban abrazar a sus mujeres y a sus hijos. Estos hombres no esperaron que los bueyes sacaran a tierra la proa de las barcas, saltaron al hacer pie y aún en el agua se fundieron en un abrazo con sus familias. Desde la cubierta de la barca, de brinco, Bartolomé llega a las piedras de la playa donde lo espera su madre y sus hermanas. Está desconocido, ha ensanchado el cuerpo, su madre lo abraza y no acaba de mirarlo, le acaricia la cara, nunca le había visto vestido de cadete ni con aquella ligera barba. Se emocionó, aún lo recordaban como un chiquillo cuando hace dos años se marchó a las islas. El chico se ruboriza por las miradas indiscretas de algunos grupos de personas que se mantienen a una cierta distancia. José Ramón sigue con el equipaje y lo carga en la calesa.

En la playa hay mucha acción, pero también emociones: los gritos de los marineros en su faenar, los saludos y las expresiones de alegría de los hombres que llegaban, los lloros de las mujeres al reconocer a sus maridos o éstos al ver o conocer a sus nuevos hijos y entre todo ello la algarabía de la chiquillería. También hay palabras cortadas, miradas, que se mezclan en un alboroto donde las voces del síndico y de los capataces intentaban organizar el desembarco del trigo procurando que en las faenas no se mojaran los sacos y se dispusiera su almacenaje en tierra para pasar la noche bajo techo o en sarandas improvisadas.

Se acerca un joven marinero, un tal Vicent, con el que Bartolomé ha hecho amistad en la travesía. Le pregunta si quiere conocer a su hijo. Bartolomé atiende al joven y se acerca a un grupo de mujeres entre las que está la esposa del marinero; una hermosa y esbelta mujer morena con un niño muy pequeño en brazos que duerme apoyando su cabeza en el pañuelo que lleva su madre sobre los hombros; un pañuelo a juego con el delantal blanco con flores verde y rosa que ella ha bordado para recibir a su marido y que le cubre la mayor parte de su vestido liso y oscuro. Bartolomé le hace un saludo marcial quizás en exceso formal. El joven se percata de los ojos de la mujer, de su belleza. Mira al niño y le hace una carantoña, es muy pequeño, tendrá unos meses, es la primera vez que su padre lo ve. Los dos amigos se despiden y quedan que en algún momento se verán en la taberna que hay en Arrabal del Mar

miércoles, 4 de marzo de 2020

La Alquería de la Gallineta en Meliana, por Miguel del Rey

El paisaje:

El edificio se sitúa en la partida del Serradal de Meliana. Entre el Barrio de Roca y Meliana, próxima al camino del Mar, al cual da la espalda, cerrada por una cerca de ladrillo de origen más moderno, encontramos la alquería, una de las más importantes de la zona y que se mantiene entre casa agraria y casa de recreo.

El paisaje donde se inserta la alquería, el antiguo camino del Serradal, es una zona próxima a Meliana y donde la presión urbanística está incidiendo fuertemente sobre el paisaje agrario. La arquitectura responde a un esquema de casa a dos crujías con la incorporación de una gran escalera de acceso a la planta superior que ocupa la parte central de la segunda crujía.

Sobre el edificio y su arquitectura:

Encontramos una arquitectura que parte de una modelística de origen rural para satisfacer un programa relativamente complejo. Consta de dos crujías, con una línea central de carga formada por un pórtico de tres vanos, con un esquema compositivo tripartito en el cual, el cuerpo medio alberga en el fondo una escalera centrada que se divide en dos tramos y conduce a la planta superior. Los cuerpos laterales se compartimentan apoyándose en la línea central de carga, de manera que encontramos una geometría limpia, atractiva, de espacios generosos y poco adjetivada, donde está fuertemente subdividido el espacio. La volumetría es la propia de este tipo de casas de cubierta a dos aguas y testeros ciegos.

Incluye dos plantas y andana superior. La vivienda se dispone entre la planta baja y la principal. Un patio posterior cerrado incluye algunos cuerpos económicos o de servicio de la casa. Un pequeño jardín antestante completa los espacios domésticos de la alquería. La escalera, algo forzada, es un intento de aportar elementos ennoblecedores a esta arquitectura popular. En cualquier caso, consigue centrar el tema de la conexión de ambas plantas, proporcionando con ello la posibilidad de independizar cinco estancias en la planta, cuestión ésta importante para estos grupos sociales.

Si observamos la planta baja veremos que introduce cuerpos ajenos a la arquitectura de la casa; cuerpos que necesita para albergar algunas de las nuevas funciones que en esta época se van incorporando al sistema basamental de la casa.

La fachada principal tiene una cuidada fenestración de tres vanos alternados huecos más pequeños entre ellos. Esta composición está alterada por la terraza adosada posiblemente en época posterior a su construcción.
Hay que señalar las impostaciones y el alero de fachada, propio de estas arquitecturas eclécticas de las primeras décadas del s. XX. Se trata de una pequeña casa de la burguesía campesina de inicios del siglo s. XX. La casa presenta en fachada, la poca afortunada incorporación de una terraza centrada, que se construye con machones de ladrillo y con una barandilla poco transparente de celosía cerámica. Este pesadísimo cuerpo adosado, no permite leer una fachada que en origen debió ser atractiva, formada por tres vanos en fachada principal, más dos pequeñas ventanas apoyando el hueco central; huecos que se construyen con un pequeño arco rebajado.

Sobre los huecos principales existen unos pequeños tragaluces de ventilación de la “andana”. La cornisa evoca un cuerpo durmiente sobre ménsulas que salen del plano de fachada, de manera que todo ello sirva para apoyar un pequeño alero, hoy tapado por un canal de zinc.

Extracto del Catálogo de Bienes y Espacios Rurales Protegidos del PATODHV, autor de la ficha  MdR.