El paisaje del riurau. Texto extraído del libro "Lonjas, Porches y Riuraus" (en prensa).Miguel del Rey
Desde los años 60 del siglo XX, la transformación del territorio ha sido tan potente en las antiguas comarcas dedicadas al cultivo de la pasa, en particular en la Marina, que es difícil hacerse una idea de cómo era aquel paisaje y el territorio agrario, ya no el de cuánto nació el riurau a finales del siglo XVIII, sino el que vivimos tiempo atrás, por ejemplo en los años 1960, las personas que tenemos ya una edad.
Los paisajes del riurau, en su momento, también tuvieron una transformación más o menos rápida, marcando el carácter del lugar, la economía e incluso la forma de vivir. La transformación fue tan potente como fulminante el declive, y junto a ello el cambio del paisaje y del paisanaje en ambos sentidos, por lo que las huellas de lo agrario se han borrado en muchísimos lugares. Hoy incluso, la funcionalidad primigenia del porticado del riurau es ajena a gran parte de la población a grandes áreas de estas comarcas. El desuso, en los últimos decenios, ha llevado a estos paisajes a una obsolescencia aumentada por dos factores de radical importancia: la transformación social y económica del territorio, y la ruina del agrario, potenciando así el abandono del campo, el agricultura y sus paisajes.
Pese a su continuada obsolescencia, la huella permanece en el territorio, a veces acompañada de cierto aire de desidia y ruina, en el mejor de los casos con algunos edificios recuperados, bien por su transformación en espacios propios de las casas rurales y también de recreo o en su caso, cobijando las nuevas necesidades del mundo agrario, como cocheras o almacenes, etc. Hay que tener en cuenta en los últimos años la voluntad reivindicativa de algunos grupos culturales, en ciertos lugares de la Marina y Vall d’Albaida, de recuperar un paisaje perdido, de reanudar la memoria de un pueblo, de revivir las palabras habladas en sus espacios, o bien apoyar nuevas funciones sociales en estos espacios restaurados.
De los riuraus existentes, los felizmente restaurados y la larga lista de ruinas que son el resto, cabe decir que han marcado no sólo el paisaje, sino la manera de habitar, de vivir en estas áreas meridionales, han incidido sobre el lenguaje y la toponimia propia del lugar, dando forma y nombre a este modo particular y tan mediterráneo de utilizar los porticados como alternativa de habitación durante largas temporadas del año, haciendo propia y dando forma a una manera atávica de vivir en estas latitudes.
En algunos lugares del territorio se transforma el concepto que la sociedad tenía de ese patrimonio; nuevas visiones observan con interés estos espacios como lugares sociales, de intercambio cultural o económico, incluso con uso próximos a las nuevas culturas del vino de uva moscatel, del de la variedad del antiguo “giró” y otras nuevas y viejas variedades; unido esto a la conciencia social en ciertos niveles, a los que nos hemos referido. Esto puede apoyar su puesta en valor y la permanencia de una cultura, hoy con nuevos medios y técnicas en el ámbito agrario, junto con una nueva apreciación por la arquitectura, con la rehabilitación y restauración de estos edificios porticados. Permitiendo comprender y valorar estos paisajes físicos y culturales, no sólo como evocación nostálgica, sino como alternativa de regeneración de la economía agraria y, por tanto, del propio paisaje en aquellos lugares donde aún sea posible.