Hace unos 15 años recogí un bastón sucio, en mal estado, que
había estado dando vueltas por el ropero de una especie de andrón que había en
una antigua masía de mis abuelos. La alcoba lo formaban además del ropero dos
estancias, en algún momento separadas por cortinas, donde se encontraban camas
de diversas dimensiones donde dormíamos los niños y los hombres solteros de la
familia, aunque fuéramos de muy diversas edades.
En el ropero había de todo, en particular paraguas antiguos,
bastones de paseo, ropa de vestir ya de poco uso y unas mantas agobiantes por
el peso que nadie usaba por miedo a morir sepultado. Entre los bastones se
distinguía uno por no tener mango de apoyo; bastón que utilizábamos para juegos
y otros menesteres.
Tras el asalto y robo en la masía en una funesta fecha,
quedo tirado por el suelo el dichoso bastón, ajado, medio roto de varear
colchones y con algo de carcoma, por supuesto sin el pomo de apoyo. La primera
impresión de los que fuimos a ver qué había pasado por allí fue abandonar
trastos inservibles como este. Aún recuerdo que tras abandonarlo volví a subir
a la estancia y junto con unos paquetes de libros y escrituras antiguos,
esparcidos por el suelo, lo metí en el maletero del coche.
Tras años de abandono lo rescate, solicite a una persona de
las que me acompañaban ese día, atenta con la manufactura de madera y muy
querida por mí, que me hiciera un mango adecuado a algo que también había sido
de su familia. En su escrupuloso trabajo descubrió que en el interior del
bastón se ocultaba un sofisticado estilete, lo que nos sorprendió. Como pudo me
labró a mano un pomo de roble, potente, bien pulido, ergonómico con mi mano,
que no ajustaba demasiado bien con la boca del estilete. La carcoma y la
fractura seguían haciendo inservible el bastón.
Determinamos llevar a restaurar el fuste a unos amigos profesionales en
Valencia. Mis amigos de
Contraforte, restauradores y enamorados de
su trabajo, volvieron a la vida el fuste con inyecciones de resinas y
tratamientos adecuados que dejaron el fuste perfecto. Era un fuste muy
texturado, como de vara de boj, o de otro arbusto, con nudos al tresbolillo.
Limpiaron adecuadamente el estilete y la boca, que resultó ser de plata muy
trabajada.
Aquí empezó su labor de investigación. Tardaron en
devolvérmelo, tanto que me escamé; pero valió la pena!
Una tarde me entregaron un Bastón de Mando de época barroca
datado en torno a la mitad del siglo XVIII y de los que prácticamente no quedan
modelos desde donde reconstruir lo faltante, de ahí la tardanza. Una pieza un
gusto muy propio del momento, completamente distinto de los posteriores
neoclásicos, que desde 1790 e inicios del siglo XIX en adelante, se han visto
en las varas de mando militares o de alcalde.
Se recuperó la base de latón, muy deteriorada, pero restaurada perfectamente.
Lo faltante era la tapa del estilete que cerraba la boca de plata. La
construyeron a partir de pinturas y de imágenes de época, la acabaron con una
pieza en plata repujada con las mismas geometrías que la boca y unida a la
argolla faltante de manera que el estilete se podía abrir, como en origen,
directamente por la inercia de un movimiento desde la base. Una pieza muy bien
diseñada y un arma defensiva eficaz. La pieza tomo su verdadero sentido.
Y surgió la pregunta por parte de Contraforte: ¿Qué hacía
una Vara de Mando barroca en esta masía alteana? Una pregunta muy propia.
Dos alternativas les dije que podía haber: ser un vara
militar con mando en plaza, cuestión que en principio no acababa de
ajustar, quizás por la longitud de la pieza. La otra alternativa es que fuera
un Bastón de Mando de algún cargo. Hablamos de varias posibilidades, capitanes
del Regimiento España, con sede en Mallorca, muy activo en esa época y al que
pertenecieron varios miembros de mi familia. O quizás la alternativa más
posible es que se tratara de un Bastón de Mando del Gobernador de la Fortaleza de
Altea, Bartolomé Calzas, capitán del ejército con cargo de Gobernador primero
en la Vall de Çeta y más tarde en Altea, al servicio del Marqués de Ariza,
donde ocupó el cargo en la parte central del siglo XVIII. Propietario además de
la masía en cuestión donde se encontró el bastón. Coincidente en el tiempo con
el estilo del bastón.
Si es esta la alternativa estamos ante un documento inédito,
al que solo le falta el lazo de seda con los colores rojo y oro, propios de
estos cargos, cuestión en la que se están documentando mis amigos restauradores
para conseguir una pieza en seda similar.
Mis gracias más sinceras por la labor de investigación y la
propia restauración a Contraforte y también mi consideración a
mi querido primo Félix Aynat que tanto me ha ayudado en el proceso.