Las relaciones entre el convento de la Purísima
Concepción de Benissa y los asentamientos franciscanos en Altea
Por Miguel del Rey*
(Cast- Val)
Planta del Convento y su huerto-jardín en 1740. Plano de "la Villa de Altea y sus..." F. Ricaud
Estado actual de la Iglesia del antiguo convento. Foto MdR
La actual iglesia de San Pedro y San Francisco es el único cuerpo existente de lo que fue el convento franciscano que surgió al amparo, como hemos dicho, de la antigua ermita de San Pedro, situada en la parte norte del denso y muy activo arrabal de pescadores. Construido el convento en tierras de la hoy casi olvidada partida del Bol, una zona esta, de fértiles huertas regadas por el Riego Mayor y en cuyas playas, a lo largo del Setecientos y el Ochocientos, hubo gran actividad pesquera y de comercio marítimo.
Una segunda oportunidad para los padres franciscanos de
Benissa se presentó de la mano de una piadosa señora Dª Pepita Gadea, que a
principios del siglo XX alzó, en lo que es hoy el Convento del Carmelo, una
capilla dedicada a San Justo y el Corazón de Jesús; una amplia capilla
regentada en los primeros momentos por los padres franciscanos, tal como nos
indican Luis Fuster y Pedro Juan Orozco (1), en su bien documentado artículo
sobre esta la capilla. Los padres franciscanos volvieron a Altea después de un
paréntesis de 80 años, y por muy poco tiempo en este caso, retomaron sus fines
religiosos, docentes y caritativas, para ser sustituidos por la Hermanas
Carmelitas, que hoy están presentes en la Olla.
El convento se empezó a construir a partir de 1728, siendo
muy prolongada en el tiempo la edificación del conjunto de sus instalaciones,
ya que además de los elementos conventuales propios de estas instituciones,
iglesia, claustro, refectorio, cocinas, celdas y estancias del prior, huerto y
cementerio, disponía de otras instalaciones de gran importancia: hospicio y
hospital, así como de espacios para docencia. Una compleja institución
religiosa, hospitalaria y docente, cuya labor fue muy importante en la Altea de
aquellos tiempos. De estas instalaciones hay documentación histórica de los
libros de cuentas de la institución, en la parroquia, y también en distintas
testamentarias y documentos varios, en los cuales se indican dádivas al convento
y donativos para el hospicio a lo largo de los años finales del siglo XVIII;
información que nos confirma lo prolongado en el tiempo de la construcción de
estas instalaciones, la última de las cuales fue el nuevo hospicio, pues la
donaciones a lo largo de 1780 iban dirigidas a la compra de ajuar para el
mismo. Se tiene también información sobre cierta actividad económica gestionada
desde el convento a través de su síndico, como es el caso de actividad marítima
comercial a lo largo del último tercio del siglo XVIII a nombre de alguna
familia alteana, actividad que reportaba importantes beneficios económicos a la
Institución.
La escena urbana.-
Foto Oriol para Casa Soler, 1931. Archivo Miguel del Rey
Patio del convento. Foto de Don José María Planelles en su libro “Altea, Crónica y Guía”
El edificio incluía dos cuerpos principales: la Iglesia -descrita en la ficha correspondiente- y el resto del convento: un edificio claustral de dos y tres alturas definido en torno a un patio cerrado y adosado a la iglesia. Un deambulatorio porticado rodeaba el patio. Éste era el centro del edificio, un patio arbolado, poco cuidado, de difícil acceso, que entre el ramaje ocultaba el brocal de un pozo con cierto misterio. El claustro incluía tres arcos de medio punto por cada uno de los tres lados que rodeaban el patio, construyendo un amplio deambulatorio abovedado con aristas en sus esquinas y arcos fajones ajustados al centro de unos amplios machones. Muros y paredes sobre los que lucían incontables capas de cal, a pesar de lo cual la humedad trepaba hasta cierta altura y las capas de cal caían y caían ofreciendo esa imagen desvencijada que el tiempo, y cierto abandono, solían dar a estos edificios públicos en las medianías del siglo XX. Sus fachadas internas se levantaban disponiendo las ventanas al ritmo de los arcos del claustro, ventanas verticales y enrasadas al muro; todo ello incidía en el carácter másico del conjunto y en la profundidad de las sombras que se arrojaban sobre el patio.
Los espacios internos, como decimos, eran amplios y aunque conservaban cierta solemnidad, su carácter estaba marcado por aquella desidia que rodeaba a lo público en la época de la autarquía. Junto al claustro, dos elementos daban el nivel y marcaban su arquitectura: la gran reja de acceso, una reja de robustos barrotes de forja que daba paso al claustro, reja de difícil apertura acompañada siempre de gran estruendo de hierros, y un segundo elemento, una amplia escalera de acceso a la planta principal inmediata al vestíbulo. La puerta principal se encontraba en la esquina de la plaza del edificio, perpendicular a la fachada de la iglesia; era un gran portalón y sobre él se disponía un balcón que ocupaba toda su estrecha fachada.
Vista del convento desde el huerto, años antes de su
desaparición. Foto Hnos Coello.
La iglesia existente.-
Del convento, derribado en 1968, solo resta en pie la actual iglesia de San Francisco, un templo en uso, de nave única cubierto por bóveda de medio punto, al que en época más moderna se le incorporó en la parte sur del crucero la actual capilla de Comunión.
Su arquitectura.-
Planta de la Iglesia de San Francisco en su estado actual. Plano de M. del Rey
Templo de una única nave cubierta con bóveda de medio punto
y arcos fajones que incluyen un aristado lateral que permite la existencia de
amplios lunetos entre pilastras de las dimensiones de los arcos de las capillas
y de su misma traza de medio punto. Los arcos fajones descargan sobre
contrafuertes cortos que se materializan en pilastras sobre la nave y
volumétricamente forman capillas internas de escasa profundidad, lo que de
alguna manera afecta a la propia estructura de la iglesia que ya tuvo graves
problemas de estabilidad por falta de equilibrio posiblemente por la poca
entidad de estos machones que deben estabilizar las acciones de la bóveda. Un
crucero asimétrico define sobre la nave central un espacio a la manera de
pseudocúpula rebajada y muy plana, ligeramente emergente en la cubierta, aunque
sin linterna. El crucero prolonga hacia el sur uno de sus lados configurando la
capilla de la Comunión, una pieza cuadrada, de ajustadas dimensiones, cubierta
con una cúpula sin linterna. El presbiterio, elevado cuatro peldaños sobre la
nave, no incluye retablo al fondo.
La arquitectura de la iglesia es sencilla, escueta, muy
franciscana, como es propio. El ritmo en su interior lo definen el sistema de
arcos fajones y pilastras que toman formas clasicistas muy modestas con
pilastras sencillas y capiteles dóricos, entre los cuales se sitúan arcos de
medio punto bien proporcionados que definen la boca de las capillas. Capillas y
pilastras se rematan con un cornisón doble, formado por una impostación primera
de escasas dimensiones y una cornisa superior potente en sus formas y en las
dimensiones del saledizo; cornisa desde la cual nacen, sobre las pilastras, los
arcos fajones que construyen la bóveda que se interrumpe en el frontis del
presbiterio provocando una fuerte inconsistencia formal.
Sobre la arquitectura y las dimensiones de esta iglesia hay
que señalar que se trata de un templo, por cierto, de proporción y medidas muy
similares a la antigua iglesia fundacional de Altea, la construida por Damiá
Cámara en 1617. También hay que dejar constancia de la falta de criterio a la
hora de adecentar o restaurar la fachada actual de esta iglesia. Intervención
en la cual, a falta de poner en valor sus fábricas y muros originales (parece
que eran de piedra caliza blanda o quizás arenisca, por las descripciones de
algunas personas) se optó por una fachada ahistórica, sin interés
arquitectónico y fuera de contexto culturalmente hablando, incluso ajena a las
recomendaciones del arquitecto director de la obra. Una intervención propiciada
por la propia autoridad eclesial del momento, que se desliga completamente de
la austera y propia condición de esta iglesia conventual y de la iconografía
franciscana. Una intervención propia para ser eliminada a la primera
oportunidad.
Vista del patio del convento en los años 1920, en un oleo de Genero Palau
Es de señalar el interés del huerto-jardín existente en el
convento, se extendía al noreste del mismo entre un camino rural que lo
bordeaba por el oeste y las tierras que daban ya a la playa en aquellos
momentos. El preciso dibujo de Francisco Ricaud de 1740, nos muestra un jardín
muy propio de la época, compuesto de pequeños cuarteles en forma cuadrada o
rectangular, con algunas geometrías elípticas o circulares. En estos pequeños
parterres se pueden entender setos de recorte que bordean algún árbol central,
posiblemente con algunos arbustos plantados en macetas que marcan los ángulos,
definiendo un gran número de particiones quizás especializadas en plantas
medicinales, olorosas o de puro disfrute.
En el plano vemos que desde la acequia del Reg Major baja una importante
hijuela hasta este punto, la fillola del Bol, que regaba el jardín a partir de
un cajero dispuesto longitudinalmente al oeste del huerto. Alguna de las zonas
del jardín, quizás más retiradas, estarían dedicadas a campo santo, pues son
varias las referencias documentales de enterramientos en el convento,
generalmente en el propio huerto, además de los que se hicieran en la propia
iglesia.
Al fondo, hacia el noreste, el jardín se convierte en
huerto, también subdividido en pequeños espacios; por lo dibujado parecen
existir variedades distintas de arbolado, pues se aprecian diversas texturas.
Las tapias no se parecen arboladas ni vestidas por vegetación, pero si
atendemos a otros jardines culturalmente próximos, como el de Penàguila o el
antiguo Huerto de la Barbera en Vilajoiosa, con quien guarda cierta similitud,
podemos suponer que estas tapias de obra estarían vestidas con arbustos
olorosos y de elegante colorido.
* Nota: Este texto incluye parte de los capítulos publicados
en el libro Paseando por las alteas, en concreto los referentes a:
· La iglesia del
Convento de San Francisco, pag 110-113.
· El convento de
San Francisco, pag, 356-361.
· La capilla de San Justo y del Corazón de Jesús, pag 386-387
Bibliografía:
DEL REY AYNAT, M. Paseando por
las Altea, Valencia, 2016
DEL REY AYNAT, M. Guía de Altea,
Valencia 2014
FUSTER O., L. y OROZCO J., P. J.: - Alteanias, Altea 2012.
LLORENS B, R. - Diccionario de
Altea y sus cosas. Altea: Revista Altea, 1983.
SOLER, J.,FRIAS, R. CASTILLO, A.: El Captivador y la ermita de Sant Vicent, València, 2013
(Val)
El convent franciscà de Benissa i els assentaments
franciscans a Altea.
Per Miguel del Rey
La notícia de la clausura del Convent de la Puríssima Concepció dels pares franciscans de Benissa és potser motiu de reflexió, tant per a la memòria com la cultura a la Marina. Una institució exemplar en el temps, tant en la seua condició religiosa, però també en l'educació i tasques caritatives, etc. Un servei ininterromput des de 1611, amb més de 400 anys de labor exemplar, que ha marcat a Benissa, la cultura, la arquitectura, etc ... no només a Benissa, també a la resta de la comarca, no oblidem, que encara que en l'actualitat s'estili aquesta divisió artificial de la Marina Alta i Baixa, la Marina és una comarca única i de cultura indivisible per a ser entesa de manera coherent.
La unitat comarcal la podem veure en la incidència que va tenir el Convent de la Puríssima Concepció en poblacions com Altea, vinculada des de sempre a Benissa com a cap d'aquesta zona de terres dels Palafox durant segles, fins que es va construir l’Altea moderna, la qual aquest any compleix el 400 aniversari. En 1728 un grup de monjos del convent de Benissa funden a Altea una congregació depenent d'aquell convent, fins la seva autonomia és efectiva uns anys més tard, mantenint sempre uns forts llaços d'unió en la institució mare. Aquesta petita congregació, el futur convent de Sant Pere i Sant Francesc, s'alçà annex a l'antiga ermita de pescadors de Sant Pere, als voltants de la platja i molt a prop del raval de pescadors que tenia una gran activitat i població ja aquesta primera meitat del segle XVIII.
Va ser un convent de gran importància, de labor essencial en el suport a les tasques pròpies de la religiositat dels frares, però també en la tasca tant educativa de joves com assistencial, amb hospici i hospital de pobres, en uns moments en els quals la Corona no es feia càrrec d'aquestes funcions. Van ser ells els que van canalitzar les donacions i les consciències de la societat, envers les donacions anar creant un excel·lent edifici, un convent ampli i una institució amb ajudes essencials a una societat falta de l'afecte i els mínims suports per l'educació dels joves, i també per a orfes, desvalguts, pobres i mariners nàufrags.
L’existència va ser curta en el temps -una mica més d'un segle- ja que es va incloure entre els edificis desamortitzats en la Llei de Mendizabal en 1838, sortint d'Altea els frares i tornant a casa d'origen a Benissa. Però aquesta existència va marcar decididament el poble d'Altea, amb empremta física i humana. Petjades que no s'han esborrat. Les físiques, per l'absurda desaparició de l'edifici del Convent, conservant només l'església, deixant un buit urbà sense resoldre. La seua absència va incidir en la consciència de molts alteans que no compartirem la desaparició per la piqueta. Això va deixar en el fons un greuge moral per la manera com va ser portada aquesta eliminació. L'absència humana és difícil de valorar, però hi ha en tots els llibres d'interès d’història alteana, sempre un capítol de record d'aquell convent que al segle de les Llums, va practicar amb el seu bon fer, la millor de les tradicions humanes i humanistes cristianes.
L'actual església de Sant Pere i Sant Francesc és l'únic cos existent del que va ser el convent franciscà que va sorgir al costat, com hem dit, de l'antiga ermita de Sant Pere, situada a la part nord del dens i actiu raval de pescadors. Construït el convent en terres de la hui oblidada partida del Bol, una zona de fèrtils hortes regades per Reg Major i prop d'unes platges en les que al llarg del Set-cents i el vuit-cents hi va haver gran activitat pesquera i de comerç marítim
Una segona oportunitat per als pares franciscans de Benissa
es va presentar de la mà d'una piadosa senyora Sra Pepita Gadea, que a
principis del segle XX va alçar, en el que és hui el Convent del Carmel, una
capella dedicada a Sant Just i el Cor de Jesús; una àmplia capella regentada en
els primers moments pels pares franciscans, tal com ens indiquen Luis Fuster i
Pedro Juan Orozco (1), en el seu documentat article sobre aquesta la capella.
Els pares franciscans van tornar a Altea després d'un parèntesi de 80 anys, i
per molt poc temps en aquest cas van reprendre els seus fins religiosos,
docents i caritatives, per a ser substituïts per la Germanes Carmelites, que
hui són presents a l'Olla.