Una visita al Molí dels Moros en agosto de 2018
El paseante hoy de mañana, salvando un calor que anunciaba ser agobiante, ha revisitado las ruinas de uno de sus más queridos monumentos. Posiblemente de los más atractivos en potencia de la cultura andalusí de la Marina, el Molí dels Moros en el río Algar, una pieza del siglo XI-XII en Altea.
Su visión en este 2018 contrasta con visitas anteriores y aunque se han tomado medidas cautelares para evitar el colapso, la ruina es progresiva. Su larga agonía continua. He visto caído el arco de descarga de la puerta. Su situación es dramática, pues no posee ni la condición de una muerte digna, ni el favor de una intervención adecuada y en tiempo. Se asemeja a esos enfermos eternizados en la UVI que más que vivir, vegetan.
El paseante se ha agotado del sol matutino de este agosto que inicia, y recuerda como intentó ponerlo en valor en determinados momentos, en clamar por su rescate a todas las instancias, en publicarlo, fotografiarlo, medirlo, dibujarlo...
El Molí y yo somos viejos amigos y sabemos de nuestro destino. El mío será visitarlo de vez en cuando para acompañarlo en su agonía, no dejarlo solo, acercarme desde una cierta distancia a su particular UVI, pues las vallas niegan incluso el acceder y acariciar sus piedras como antes hacia; hoy no me puedo acercar para oír sus lamentos y procurar entender su lenguaje -nos tenemos cariño- y eso permitía hablarle tiernamente a sus fábricas, engañarle para que mantuviera la esperanza.
Ahora ya será, si lo es, una reconstrucción, dejará la cualidad de una restauración. Quizás con el tiempo sea un nuevo viejo edificio que evoque un molino que fue.
Adiós, molí! Sigue discreto viendo pasar el tiempo.