Loa a Miguel Giner*
Miguel Giner es un alteano que junto a su mujer, Dolores Llopis, también alteana, realizaron una de esas gestas calladas, arriesgadísima, de una humanidad desbordante; gesta de la que nunca alardearon y mantuvieron en un discreto silencio. Su historia se hizo pública hace unos años y la verificaron historiadores españoles y extranjeros. Historia de la que sus hijos Vicente e Isabel, de niños, sin saber que ocurría, fueron testigos mudos e inocentes de lo que en su entorno acontecía. Él, nació y habito de joven en el Casino de Peparra, ella nacida en Mallorca, de familia alteana, paso su vida de soltera en Altea, en la misma calle, unas casas más arriba. Una honrosa y valiente historia que merece estar en la memoria de los alteanos y las personas de La Marina, y que si bien sus gesta consta en los anales del periodismo de investigación español, ha sido reconocido por el estado de Israel de manera singular, y hoy está en museos y memoriales de medio mundo, aún públicamente no se ha hecho justicia en su propio pueblo.
Sello conmemorativo a Miguel Giner del Estado de Israel
La historia, ocurrida en la frontera pirenaica en 1943 en
plena Guerra Mundial y cuyo protagonista es el alteano Miguel Giner, tiene los
ingredientes de un guion cinematográfico, de una de esas historias calladas de
riesgo, humanidad y grandeza de espíritu.
En el pequeño puesto fronterizo de Les en los primeros meses
de 1943, en plena posguerra española y con la presión de la locura nazi en su
máxima expresión, el responsable de la Aduana era Miguel Giner Giner. Un grupo
de judíos formado por niños y mujeres junto a unos hombres que decían ser
polacos, en un gran estado de excitación, intentan pasar la frontera huyendo
del terror y cumpliendo órdenes no se les permite el paso. El responsable y su
mujer –pues la aduana era el mismo domicilio conyugal- tras el altercado quedan
desolados ante los gritos de socorro de estas personas al subir a un camión de
alemán que los devuelve a Francia, una escena que no se les borraría de por
vida. Unos días más tarde el alteano conoce de boca de un oficial alemán
responsable de la frontera de Bagneres de Luchón la suerte de los desgraciados:
“esos judíos que llegaron aquí y los que capturamos en las montañas se los
entrego a los SS y la Gestapo, ellos los matan”. Estas palabra
confirmaron las peores sospechas de Miguel Giner y fue plenamente consciente
del horror, del destino de aquellas personas rechazadas en la frontera. Tras
ello no solo cuestionó la moralidad de las órdenes recibidas, se dispuso a ayudar
de manera callada a los cada vez más numerosos grupos de fugitivos de la
barbarie que conseguían llegar por las montañas, labor que realizó apoyándose y
facilitando la complicidad de ciudadanos anónimos del pueblo, y por supuesto, con la callada
colaboración de Dolores Llopis Benimeli, su mujer.
La historia se desveló no hace mucho tiempo tras una llamada
telefónica de Vicente Giner, el hijo del matrimonio -un niño en aquella época-
a un periodista de investigación, a Eduardo Martín de Pozuelo, quien
reconstruyó la historia y la publicó en varios capítulos en “Magazine”, en “La
Vanguardia” y en otros periódicos, a resultas de dar luz sobre unos hechos que
íntimamente guardó Vicente durante setenta años y de los que quiso informar
para dar a conocer las acciones de personas anónimas y callados funcionarios
españoles ante el holocausto nazi. Historia que se ha dado a conocer fuera de
nuestras fronteras a través de la gestión de su sobrino, mi primo Félix Aynat,
quien ha sabido atender la voluntad de la familia con el ansia de conocimiento
de periodistas, investigadores, instituciones, etc.
La historia, por su humanidad, por su riesgo y valentía,
merece ser conocida y honrar a sus actores; por ello queremos acercarnos a
Miguel y Dolores, el matrimonio alteano protagonista de esta heroicidad. Miguel
Giner nace en Altea sobre 1900 y queda huérfano de padre a los 12 años. Catalina
Giner, su madre, vuelve al seno familiar, a la casa nº 2 de la calle muchos
años llamada del Alferez Beneyto, hoy costera de Moncau, donde vivieron junto a
los hermanos José, Vicente y Salvador Agulló Zaragozí. Se trata del edificio
que siempre conocimos en Altea como “el Casino”, aquel precioso Casino de
Peparra con amplia terraza soportada por columnas de fundición sobre la plaza
del Convento y cuyo salón debió por entonces guardar los encendidos ecos de los
discursos liberales: los del diplomático, vividor y revolucionario alteano
Miguel Jorro, o las diatribas de los seguidores del partido radical de Vicente
Beneyto, allá por los finales del siglo XIX.
Miguel Giner, nuestro protagonista nace con el siglo y a sus
25 años aprueba las oposiciones al Cuerpo Pericial de Aduanas, ocupando
precisamente la plaza de la Aduana de Altea. Se casa con Dolores en 1928,
de cuya unión nacen Vicente (1930) e Isabel (1931). Al estallar la Guerra Civil
lo trasladan a Barcelona, donde marcha el matrimonio dejando a sus hijos al
cuidado de la familia en Altea. Al finalizar la guerra un nuevo traslado al
Valle de Arán, al puesto fronterizo de Les, reúne a la familia, primero
va con sus padres Isabel y más tarde se une a ellos el hijo mayor, Vicente.
Aduana de Les
Precisamente es en Les donde ocurren los hechos a los que
nos referimos y que se inician a finales de Junio o principios de Julio de
1943, un puesto de frontera de clima de montaña donde la dura posguerra
trascurre sin excesivas privaciones, las normales de un pueblo -en aquél
tiempo- aislado por la nieve del resto del país unos ocho meses. Tras el primer
grupo llegaron otros muchos que encontraron la comprensión de la aduana y de
los guardias que “evitaban” ver a los cada vez más numerosos grupos de fugitivos
y a los vecinos que les ayudaban, para así conseguir su objetivo: pasar la
frontera y salvarse de una muerte segura; todo ello hasta que cambiaron las
ordenes de Madrid y se permeabilizo el paso de estos fugitivos. Entre los
primeros grupos llegaron Inge Berlín, a sus 19 años, o la joven madre Esther
Guita, con su hija Françoise Bielinsky, que pasaron la montaña por Les huyendo
desde Paris tras dejar en un campo de concentración al padre de la criatura.
Estos hechos han sido estudiados y verificados por instituciones como la Fundación
Internacional Raoul Wallenberg que trabajan sobre la Memoria Histórica del
Holocausto. Los beneficiados por aquellos hechos son multitud, diseminados por
las Américas, por Israel, por todo el mundo, personas agradecidas a un ángel
discreto, callado, anónimo, que falleció en 1969 en Alicante, su posterior
residencia, y que nunca habló de aquellos horribles recuerdos de 1943, ni de su
posterior actividad que tanto le honra. Su persona y su actitud nos muestran un
perfil humano y una condición moral singulares, pero gracias a Dios repetidas
en un grupo de conciudadanos que supieron reaccionar en esos momentos de horror
y miseria humana. Sea pues valorada la acción de Miguel y de Dolores, y
apreciada en todo lo que se merece en su querida Altea a través de la
información que nos suministra Felix Aynat Llopis.
En honor de mi tío Miguel Giner
Miguel del Rey Aynat, Altea, Mayo de 2014
*Publicado por Diego Coello en INFORMACIÓN de Alicante- 2014