La Casa de la Sirena
Publicado en R&R. Mayo 2003. Valencia. Texto, fotos y planos Miguel del Rey
Publicado en R&R. Mayo 2003. Valencia. Texto, fotos y planos Miguel del Rey
por Miguel del Rey
La Casa de la Sirena, inserta casi en el núcleo urbano de Benifaraig, nos
muestra un momento particularmente interesante de la arquitectura valenciana.
En el conjunto de sus edificios, patios y huertos, podemos observar una manera
de colonizar el territorio y entender la arquitectura en la Valencia de finales del siglo XVI, la de la Contrareforma y el virreinato de Juan de Ribera, el momento del máximo esplendor del imperio Hispánico; un momento particularmente atractivo y no excesivamente
documentado de nuestra historia arquitectónica rural, cuando se materializan
particulares relaciones entre arte y poder, en una época a caballo entre los
siglos XVI y XVII.
El conjunto de la Casa de la Sirena se compone de un palacio rural de traza singular, que como decimos responde a un momento de cambio en la arquitectura áulica valenciana, dentro de las grandes transformaciones estéticas que consolida el Imperio de los Austrias. Un edificio de volumetría sólida, construido en ladrillo, rematado por una galería superior y flanqueado en uno de sus ángulos por una esbelta torre de traza renacentista con un llamativo chapitel. Su planta se desarrolla entorno a un patio, con un trazado incompleto, de manera que solo se acabaron dos de sus lados, cerrándose el resto por un cuerpo de una sola planta, que acota el patio interior y relaciona este edificio con los cuerpos anexos, con el huerto-jardín que se sitúa a la parte de mediodía, o con los edificios de uso económico o de habitación de colonos o administradores de las tierras.
El edificio principal alberga
tres alturas, de manera que en la planta primera se sitúa la vivienda
principal, hoy muy desfigurada por las diversas variaciones de distribución del
espacio interno realizadas a lo largo del tiempo; variaciones que han tenido su
reflejo en distintas transformaciones de los huecos de fachada, los cuales,
salvo estudios mas detallados de estratigrafía muraria, considero corresponden
a intervenciones decimonónicas. El resto de los huecos y la volumetría general
se corresponde perfectamente con la propuesta de origen, incluso en su acabado
incompleto pero perfectamente claro de su propuesta como casa patio y en la
impronta iconográfica del edificio.
El resto de edificios del
conjunto se separan decididamente de la arquitectura que aquí describimos, en
parte porque se trata de piezas menores, ajenas al canon de la arquitectura en
la que se enmarca esta interesante Casa de la Serena, pero quizás por su
referencia directa al mundo agrario, a sus cánones estéticos de utilidad y
sistematización contrastada del oficio de construir, condición que marca
decididamente estas arquitecturas rurales. También por el hecho de que
posiblemente no nos encontremos con edificios construidos en la misma época que
el edificio principal.
Es interesante constatar la
existencia del huerto-jardín, tal como nos indica Maria Teresa Santamaría en su
trabajo “Evolució del concepte de jardí en l´Horta de València”. Tanto por
verificar la existencia de este tipo de jardines anexos a las casas de la
aristocracia, como por el tipo de jardín al que hacen referencia: ese espacio
acotado, de reminiscencia tardomedieval, tan próximo en cambio al gusto por
la naturaleza, al placer de vivir que el renacimiento proclama. Un
Huerto-jardín del que nos queda parte de la traza, lo suficiente como para ser
comprendido e incluso restaurado a partir de sus últimas configuraciones,
quizás de época mas cercana que la de aquel renacimiento de origen, pero que
conserva parte de su antiguo esplendor, como podemos observar en un conjunto de
palmeras, en los árboles del borde perimetral y por supuesto en la traza de
cuarteles que lo definen, con un cenador central y unas no excesivamente altas
tapias que lo cierran.
Desde la perspectiva de su
declaración como Bien de Interés Cultural, interesa resaltar que en este
edificio es reconocible aquella condición que debe reunir el monumento cuando
se lo considera desde los criterios que en lo contemporáneo nos acercan a este
concepto, pues la Casa de la Sirena nos muestra y define formas, espacios,
materiales y técnicas únicas e insustituibles para comprender el devenir de
nuestra historia. En este sentido centramos un particular análisis del su
arquitectura.
En este edificio se puede
constatar como rural y urbano en arquitectura son episodios complementarios de
una misma historia, y ofrecen perspectivas distintas que permiten comprender,
valorar y disfrutar nuestro patrimonio, sus formas, espacios, fábricas,
texturas, sombras, masas, trasparencias,... en fin, la arquitectura. Rural y
urbano entretejen un relato que aumenta de atractivo a medida que es leído en
toda su riqueza y complejidad, sobre todo cuando es observado formando parte de
un paisaje social, humano y físico, que con el tiempo se transforma y deja
huellas, claves, mensajes, que nos permiten reconstruir la historia, no para
revivirla, pero si para entenderla.
La alquería de la Sirena o la
Casa de la Sirena, nos muestra un palacio rural de la última década del S XVI
valenciano, y nos ofrece un bello ejemplo de cómo era una de estas casas de la
aristocracia del reino en el esplendor del imperio tras la muerte de Felipe II.
Se trata de una de esas piezas clave de nuestro patrimonio, un elemento
importante para entender el concepto de alquería y su transformación en el
tiempo. Su interés radica en dos aspectos muy distintos:
- El primero nos acerca
a su arquitectura, a la forma del palacio rural en esta época de grandes
cambios sociales y políticos, a las relaciones entre la casa y el espacio
físico colindante, entre casa y naturaleza, con una interesante propuesta de
huerto-jardín cerrado. Nos habla de referencias tipológicas, de formas
arquitectónicas, de lenguajes estilísticos, de materiales que construyen sus
fábricas
- El segundo nos muestra
las relaciones entre arquitectura y poder. Podemos observar como su
arquitectura se decanta hacia un determinado lenguaje, pero sobre todo podemos
confirmar el rechazo de alternativas formales con una fuerte tradición en la
arquitectura rural de la Corona de Aragón, propuestas que se abandonan para
acogerse al canon estético del imperio: al clasicismo.
En el edificio se introducen
elementos de arquitectura que permanecerán en el tiempo asumidos por la
aristocracia valenciana de la época. Elementos que se irán transformando hasta
convertirse en piezas asumidas dentro de mestizaje entre arquitecturas áulicas
y aquellas que los maestros de obras construían para la aristocracia y cierta
burguesía ascendente tanto en la ciudad como en el campo. Su arquitectura está
en línea, no solo la que en ese momento está construyendo Guillem del Rey en el
Colegio del Corpus Cristi para el virrey Juan de Ribera, edificio con el cual
tiene tantas similitudes formales, sino también con la arquitectura que la
corte de Madrid impone desde el reinado de Felipe II; una arquitectura culta,
próxima a los tratadistas de la época, donde es perceptible un cierto gusto
pintoresquista. En su arquitectura podemos destacar: el dominio de lo
horizontal, la galería superior y la estructuración a través del patio y por
supuesto la torre; la esbelta y elegante torre situada en uno de sus extremos y
cubierta con chapitel.
La torre de la Sirena sustituye
a las antiguos tipos de torre que encontramos en las tierras de la Corona de
Aragón, unas torres prismáticas, acabadas en terrado plano, o bien cubiertas a
una o dos aguas, como las que nos muestra abundantemente la iconografía de la
época y que fueron tan abundantes en toda nuestra geografía. Su torre, la
primera con estas formas que en la Huerta de Valencia podemos encontrar y
fechar ciertamente, será la referencia iconográfica de las torres, torretas y
miramares rurales a partir de ese momento. El chapitel que la cubre nos
recuerda, dentro de una solución tejada, a las torres de Valsain, a las torres
en esquina del palacio del Pardo, a aquellos palacios que emprende la Corona
dentro de una política de Estado donde la arquitectura es una pieza más, aunque
muy importante, de la imagen que pretende ofrecer la monarquía. Una
arquitectura donde el rey vislumbra los perfiles flamencos o las referencias de
las plantas de Serlio, que tanto gustan en la Corte y que la aristocracia difunde
a lo largo del reino en sus construcciones, siguiendo fielmente las consignas
estéticas del renacimiento triunfante que el rey proclama.
La galería superior situada
sobre una imposta y trazada con arcos de ladrillo de medio punto, ya es
conocida en la ciudad, en sus palacios, conventos y en las casas solariegas del
campo, como nos muestra A. Winjgaerden en las imágenes de Valencia que a
mediados de ese siglo dibujara para Felipe II. Todos los requisitos de la nueva
arquitectura están presentes en este edificio temprano, coetáneo de San Miguel
de los Reyes y del edificio del Ayuntamiento de Llíria, con quien mantiene una
gran semejanza, como podemos ver en su puerta, equilibrada y bien construida,
siguiendo los cánones clásicos.
La Casa de la Sirena es una de
las piezas importantes de nuestro patrimonio arquitectónico y un eslabón clave
en el proceso de cambio, transformación y consolidación de nuestra arquitectura
y de las particulares relaciones entre arte y poder en la sociedad valenciana
del renacimiento, cuya pérdida sería irreparable; un conjunto a la espera de
una intervención decidida por parte de los responsables de nuestra cultura.
*Este
texto fue publicado parcialmente con el nombre “Una Alquería renacentista en la
huerta de Valencia”.en el periódico El País, abril
2002