EL PAISAJE PERDIDO DE UNA SINGULAR ENCRUCIJADA*
* Publicado en el libro “Paseando por las alteas”, M del
Rey, 2016
Els Quatre Cantons fue el centro del pueblo cuando éste
decididamente trasladó, hacia los finales del siglo XIX, su centro neurálgico a
la parte baja, abandonando casi a su
suerte la antigua Vila, la fortaleza que fue el origen de esta nueva Altea. La
plaza del Convento, plaza de la República en otros tiempos, albergó el poder
político y el judicial; incluso la propia iglesia del convento tomó cierto
protagonismo como templo de una burguesía asentada en la costera de Moncau y la
actual calle Conde de Altea, junto a las clases populares que seguían asentadas
en la parte sur, en el arrabal del Mar y la calle Canalejas de la época. En sus
inmediaciones se ubicaron el mercado y los mejores comercios, como la Casa
Soler -el Marinero, con su policromía y sus formas tradicionales- la elegante
casa de Andrés el Puso, con su amplia tienda de ultramarnos, junto a los
casinos principales del pueblo, el de Peparra, donde desde finales del S. XIX
se reunían las fuerzas liberales, el de Jaumet y el Casino de Canasta
Vista de la calle del Mar y els Quatre Cantons en el primer tercio del s. XX. Publicada en “Colección 1896-1955". L. Fuster y otros.
La plaza y la Costera de Moncau, con sus distintos nombres a
lo largo del tiempo, fueron la puerta de acceso a la parte alta del pueblo, por
donde pasaban las recuas de “matxos i burres” para subir los carros con alga a
los corrales y los campos, calle donde ya dijimos, se asentó la burguesía a
finales del siglo XIX e inicios del XX con algunos edificios de cierto interés,
hoy desaparecidos; tan solo restan, el pequeño grupo que envuelve a la iglesia
del San Francisco. Desaparecieron las casas del Sabater, de Asensio, la Casa
Aynat, que fue ocupada por la boca de la nueva Avenida. Casas que creaban un
sólido frontis urbano, compacto y con un lenguaje unitario de cierto interés,
frente a las cuales se levantaba el airoso edificio de la familia Calvo, con su
elegante escalera, su huerto posterior y la bien equipada tienda de
ultramarínos de El Puso
Calle Alférez Beneyto y casas de la Placeta, con el Convento y la casa de Diego el Sabater. Colección L.F.
La placeta conservó su sabor hasta mediados de los años
1980, cuando tras el derribo del convento, la piqueta acabó de manera
inclemente con el paño de casas que con él se alineaban, dejando un vacío que
aún hoy sufrimos. Con ello desaparecieron los bares característicos de mediados
del siglo XX, como ya hemos indicado; desaparecieron el famoso bar Lledó, el
Internacional en su primera ubicación, el Moderno, más tarde llamado Capri.
Todos fueron poco a poco desapareciendo tras su momento álgido en los años 60 y
70 del 1900.
Esquina de la Placeta del Convent con Conde de Altea. Ediciones de Casa Soler, sobre la década de 1960. Colección MdR
La calle del Mar, llamada de Canalejas, o más tarde del
Generalísimo, fue una de las principales calles que confluían en la placeta. De
ella podemos señalar el trazado rectilíneo, potente, que alargó el pueblo hacia
la Estación, donde se construyeron algunas casas que conservan el sabor
tradicional del antiguo caserío; son reflejo de aquellas casas de ajustadas
dimensiones que se construyeron ajustadas entre la playa y la carretera
nacional desde los últimos años del siglo XIX, y que tomaron empuje tras la
construcción de la Estación en 1914. Su interés, está tanto en sus formas y
elementos de arquitectura, como en la escala urbana que crean y conservan,
lamentablemente rota por la presencia de arquitecturas en exceso especulativas
que destruyen el perfil del antiguo arrabal de San Pedro. De su arquitectura
podemos distinguir su gusto popular con atractivas balconadas, rejería, aleros,
composiciones de fachada y en algunos casos el acabado pintoresco de sus
fachadas al mar.
Calle Alférez Beneyto, hoy Moncau,, en lateral derecha fachada parcial de la antigua casa Aynat. más abajo las casas de Carmen Asensia, las Galanas, etc. Foto Hnos. Galiana. Gentileza de V. Sellés.
Mención especial hay que hacer de las imágenes que se
conservan de esta calle los años primeros y centrales del siglo XX, fotos
realizadas desde el sur y desde el norte. Se puede distinguir la fotografía de
los Hnos. Galiana para la Casa Soler, con la vista en primer plano de un taxi
de la época, el antiguo Ford del Pelut, en el que este autor tantos viajes
realizó en su niñez entre Altea y una masía de Altea la Vella. Entre los bancos
y banquetas del automóvil, cabíamos una familia amplia, y esperábamos los
domingos a las 10,30 en la masía para ir a misa de once al Convento. La luz y
la vida que refleja la foto la convierten en una de las instantáneas más
logradas de la fotografía alteana de todos los tiempos, capaz de hacer revivir
un lugar y un ambiente. Hay que señalar el interés de las arquitecturas
perdidas en torno a la Placeta y la calle Alférez Beneyto, hoy Montcau, cuyos
edificios definían un interesante entorno urbano.
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