viernes, 3 de abril de 2020

El Bodegón de Pepe, por Miguel del Rey


                           “Pepe Hortelano” retrato de Tuler. Gentileza de la Familia Hortelano
              
            Pepe Hortelano creo de su Bodegón un lugar de culto, un lugar necesario en la cultura alteana entre los años 60 a los 80 del S XX, época de máximo esplendor de su proyecto de vida, aquel que inició en la Bar Las Vegas al final de los ‘50 y concretó más tarde, hacia 1964, en el Bodegón. Nos queda su recuerdo en las páginas gloriosas que escribieron poetas y escritores sobre sus mesas, al lado de una jarra de vino de Xalò, o en la huella que sus espacios dejaron en las páginas de los libros de muchos autores que por allí pasaron. Larga vida y recuerdos al Bodegón de Pepe.

              Era el Bodegón lo que los romanos llamarón una taberna, tenía todo el sentido de la palabra, era el lugar de charla y regocijo, lugar propio de gente atractiva, divertida, ocurrente, llena de alegría de vivir. Bares y Bodegones en los que él escribió a través de la mano de innumerables artistas la imagen de la Altea que soñaba, y allí aparecieron frescos y murales sobre las paredes. Se construyó en el Bodegón parte del imaginario icónico de Altea a través de pinturas que todos disfrutamos, en una mezcla de arte popular de gran calidad y gusto exquisito, y además efímero, lo cual añade el valor de la nostalgia, de aquellos días de vino y rosas de la Altea de los 60 y 70.

                          “Marineros”, fresco de Ellis. Desaparecido. Restauración digital del autor. Foto                                                     original gentileza de la familia Hortelano.

               Siempre nos quedará su recuerdo, la de su Altea, de aquella Altea que fue, de la Altea bohemia y desenfadada, rodeada de personajes de las artes, la política y los medios de difusión nacionales e internacionales: la Altea de la que nos sentimos orgullosos muchos alteanos y recordamos un poco con nostalgia.

              Mi relación con él, con su familia, siempre fue cordial. Fuimos vecinos, además de joven cliente de sus mesas frente a una playa llena de gaviotas que un día plasmó en un precioso dibujo- regalo que hoy disfruto- Benjamín Palencia, su asiduo amigo y cliente. Fui discípulo de sus muros, de los murales que en ellos vivían y que yo, joven inexperto, intentaba reproducir buscando un lenguaje propio, la más de las veces infructuosamente.   
            
             Mi última relación indirecta con su persona fue precisamente a raíz de mi último libro, para el cual solicite información gráfica que amablemente me cedió la familia y que queda plasmada en él. Le mostré el texto y las imágenes remaestreadas, tengo entendido fueron de su agrado, tal como me indicó una nota en la cual se me recordaba que dos personajes faltaban a la larga lista de personas relevantes que pasaron por Las Vegas o por el Bodegón: Rita Hayworth, Ernenst Hemingway y algunos otros, a lo cual atendí presto.

“El año de 1964 el Bodegón de Pepe abre sus puertas frente al mar, cierra José Hortelano el bar Las Vegas y su nuevo y próspero negocio hace realidad su sueño: un lugar bohemio, de artistas, donde las personas relevantes de la vida artística, política y deportiva, no sólo alteana, también española y europea, pasan un agradable rato al mediodía tomando sus habas o mejillones con un fuerte vino de la tierra, o por la noche, cenando carnes a la brasa o sardinas, unas de las mejores del Mediterráneo. Una buena carta corta, propia de un buen mesón.
Ir al Bodegón fue, durante años, un destino común de jóvenes y mayores,  Pepe y Pedro (o Lorenzo) sabían atraer a la gente, hacer que estuvieras como en tu casa. Pedro, cariñosamente, nos decía a un grupo de jóvenes amigos que frecuentábamos el local: “Ganes tinc que acabeu la carrera y demaneu... no tan sols la cervesseta. Tot vindrá!”

             Era un buen lugar donde llevar a los amigos, donde coincidir con aquella pléyade de artistas que a todas horas llenaban el Bodegón. Por allí pasaban Federico Muelas, el poeta, periodista, editorialista y guionista cinematográfico de la Generación del 36, podías saludar a Félix Buttersach, o su esposa Ana, el director del Münchner Merkur -de quienes años más tarde tan buenos recuerdos tiene este autor de las veladas y cenas en su casa de La Galera-, por allí estaba el presidente del Nottingham Forest alguna tarde de verano... Junto a ellos políticos españoles, personalidades alemanas o suecas, pero ante todo artistas de cine, toreros, futbolistas... que dejaron sus fotografías y sus dedicatorias en las paredes del Bodegón: Antonio Bienvenida, Gert “Torpedo” Müller, Urtain, Manuel Fraga, Santiago Carrillo, Jorge Mistral, Aurora Bautista, Manolo Escobar, Toni Leblanc... y Santiago Bernabeu, buen amigo de Pepe Hortelano
                                                                Sirena. Rob Vanheste.
            Si este público marcó el carácter del Bodegón, también el espacio físico y humano estuvo condicionado por la impronta que los artistas dejaron en sus muros. Los frescos, los cuadros, las colecciones de objetos, las fotografías de aquellos personajes, vivieron con nosotros unos años inolvidables. Especial mención hay que hacer a Benjamín Palencia, el gurú de este lugar, pero también a artistas como Polín Laporta, Ellis, Sum Miller, Karpi, Banest, Rob Vanheste, Oker Anderson, Tuler... ellos llenaron aquellas paredes de color, formas y poesía.”

Una referencia completa del “Bodegón de Pepe” la puede tener el lector en mi libro “Paseando por las alteas” de Miguel del Rey, Valencia 2016

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